La región de América Latina es una de las más desiguales del mundo. Pero a un año después de la llegada de la pandemia a la región, la pobreza, desigualdad y el desempleo avanzaron sin precedentes. Esto según un diagnóstico de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL).
En 2020, cerraron 2.7 millones de empresas. Esto quiere decir que, si cada habitante de Puerto Rico tuviera una empresa, todo el país se hubiera ido a la quiebra.
La desigualdad no es nada nuevo. Por desgracia, es y ha sido un sello distintivo de América Latina.
Pero, ¿qué pasaría si cada vez más personas tuvieran acceso a los conocimientos necesarios para salir adelante, ser autosuficientes y hacer un impacto en su entorno?
Esta es una pregunta que fue el motor que hizo surgir a iLab como un hub de innovación para alentar a las personas a que aprendieran a solucionar los problemas desde una perspectiva distinta para poder emprender con propósito.
Desde nuestra fundación en 2014, hemos cambiado la vida de cientos de personas a través del conocimiento y hemos buscado, siempre, desencadenar un efecto ‘bisagra’ en el que las personas se conviertan en agentes de cambio y creadores de economía con sentido social.
El compromiso social ha sido nuestro motor y en el camino, hemos ganado más de 75 premios, tanto nacionales como internacionales, registrado más de 90 patentes y modelos de utilidad, desarrollado 170 tecnologías, constituido 30 mil 892 negocios e invertido el equivalente a casi dos millones de dólares en programas y proyectos de impacto positivo.
A lo largo de los años hemos evolucionado y ampliado nuestros servicios y hoy somos una consultora que busca impactar positivamente en el mundo a través de ayudar a las empresas a que implementen modelos de innovación.
Durante estos años más de 60 mil mexicanos han podido acceder al conocimiento y recursos necesarios para mejorar sus posibilidades de movilidad social gracias a nuestros programas y 56 mil dueños de pymes han recibido acceso a habilidades de innovación y profesionalización.
Además, hemos sido acreedores del Premio Nacional del Emprendedor (México) por ser un organismo promotor del emprendimiento.
El reconocimiento fue otorgado por el gobierno de México por nuestra labor como organismo impulsor del ecosistema emprendedor.
Así nació iLab
iLab nació de un ideal. De que todos, sin importar su edad, género, título profesional o nivel socioeconómico, fueran capaces de mejorar sus oportunidades de vida a través del conocimiento.
En 2013, el que sería fundador de iLab, Víctor Moctezuma, un administrador de empresas con experiencia en varias multinacionales, dejó los corporativos para estudiar un programa que se especializaba en cómo hacer que los países emergentes –como los de América Latina– pudieran innovar y emprender en el Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT).
El interés por luchar contra la desigualdad y por ofrecer herramientas a las personas para mejorar sus oportunidades de vida no era nuevo para él. Desde joven, Víctor había realizado trabajo comunitario y cultivado durante varios años el deseo de emprender un negocio para dar empleos a otros.
Un día, mientras estudiaba en el patio del campus del MIT, se encontró a un joven que estaba hackeando un dron para probar una teoría que no había entendido en una clase y ahí se dio el ¡Eureka!
El administrador se dio cuenta de que el acceso al conocimiento de calidad y a los recursos necesarios podía lograr que cualquiera pudiera innovar, construir algo grande y mejorar con ello su calidad de vida.
Poco después Víctor empezó a desarrollar una metodología de trabajo única. Lo hizo de la mano del Martin Trust Center for Entrepreneurship del Instituto Tecnológico de Massachusetts, para construir un hub de innovación en el que cualquier persona pudiera echar mano de la tecnología para mejorar su movilidad social a través del emprendimiento.
Nuestro hub, ubicado en Veracruz, durante estos siete años de funcionamiento becó a 655 emprendedores de México y Latinoamérica, la mayoría provenientes de localidades pobres y de familias con bajos ingresos. Ayudándolos así a cerrar la brecha de desigualdad y a impactar positivamente en su entorno. En esta labor, durante 2020, apoyamos con herramientas de emprendimiento y capacitaciones virtuales a 55 mil personas.
Durante este último año, fieles a nuestros principios, fortalecimos nuestra área de consultoría. Buscamos, a través de la innovación, permitirle a las organizaciones –empresas, ONGs o gobiernos– superar los retos, perdurar en el tiempo y generar una ola de empleabilidad y crecimiento económico.
“iLab es diferente porque entendemos un problema desde un enfoque multidisciplinar, echamos mano del mayor conocimiento e integramos la tecnología necesaria para ofrecer una solución práctica y de impacto positivo. Es un proceso de innovación muy similar al que se vive en el MIT”,
Víctor Moctezuma, fundador de iLab
¿Cómo buscamos impactar positivamente?
Esencialmente, a través de la innovación. En iLab buscamos que las organizaciones den un paso más allá y se animen a hacer las cosas diferente. Si una empresa innova desde la raíz, será capaz de generar empleos y valor para ofrecerle a sus clientes a través de sus servicios y productos.
Ya que el recurso humano es lo más valioso para una organización, en iLab buscamos innovar desde las personas. Esto para que así puedan impactar en sus organizaciones y, a su vez, estas puedan transformar su entorno.
Pero esta no es la única forma de impactar positivamente. Continuamos haciéndolo a través de capacitaciones en las que dotamos a las personas de las herramientas necesarias para materializar sus ideas en negocios capaces de cambiarles la vida a ellos y a los que los rodean.
Creemos que una mente innovadora puede ser desarrollada sin importar su perfil profesional o nivel socioeconómico. Lo único que necesita es la metodología y las herramientas necesarias. Eso es lo que nosotros proporcionamos a las personas y a las organizaciones.
En iLab no hay nada imposible.
Sobre nuestro nuestro fundador
Para Víctor Moctezuma, iLab es la suma de tropiezos, de sueños y de una lluvia de ideas que ha durado prácticamente toda la vida.
Es la materialización de tantos fines de semana de trabajo comunitario cuando tenía 15 años; de las tardes que pasó construyendo muebles y arreglando cosas en casa con su padre; de muchos ideales y gestas heroicas de la adolescencia. También de esas ansias de leer y leer para después probar lo aprendido en juegos de química y prototipos juveniles.
Es la promesa que hizo consigo mismo recién egresó de la universidad, de que regresaría a la comunidad todo lo que aprendido.
Durante muchos años fue un sueño, pero en 2014 se volvió una realidad que hasta hoy continúa dando frutos.