Icono del sitio iLab

Cómo introducir en una empresa la innovación que lleve a construir el siguiente “caballo de troya” 

Víctor Moctezuma*

Igual que un rockstar, la figura del visionario creador de productos digitales o tecnológicos es un mito muy sexy y disruptivo. Ataviado de jeans, tenis y camiseta –negra de preferencia–, narra su historia entre acrónimos y salpica perlas de filosofía, pensando en ponerle nombre a su producto y convirtiéndose en la imagen de la siguiente gran innovación que lo lleve a ser portada de revista.

Pero en la realidad –muy alejada de ese mito sexy y disruptivo–, innovar es muy diferente, es la terca obsesión con un problema y la paciencia para ensamblar las piezas que lleven a encontrar la respuesta a ese problema a lo largo de tropiezos y rechazos. Ambos espectros comparten la búsqueda por adelantarse a un tiempo, a una forma de entender el trabajo o las necesidades del mercado.

Ya sea que se piense en crear el siguiente caballo de troya en un mercado por desarrollar, o en algo que sea la primera noción de un producto que convierta a su autor en el en el campeón de la innovación interna, al innovar se busca crear algo nuevo, desde experimentar con los cimientos de lo ya establecido hasta construir extensiones de marca, agregar funciones y/o notificaciones o mejorar la funcionalidad, conveniencia, confiabilidad, precio o servicios al cliente, para hacer más fácil lo que ya se estaba haciendo.

Pero para crear esa diferencia que se propone, no hay de otra más que romper con el pasado y reimaginar el futuro desde posibilidades que, si bien tienen un marco de restricciones (tales como retorno de inversión, tecnología disponible o margen deseado), estas no comprometen la creatividad de infinitas posibilidades desde lo que no se ha concebido antes. La innovación es una rutina lenta e incremental que permite descubrir para experimentar.

Miles de expertos, seminarios y campamentos de entrenamiento brindan consejos para allanar el camino hacia la innovación. Pero, ¿qué pasa con aquellos para los que los recursos no son el problema, si no la imaginación y la capacidad de romper la inercia?

Ellos deben entender que la innovación que se debe perseguir es un vehículo para el cambio de paradigma y de filtro, y a la vez, de la forma de enfrentar la realidad a partir de un nuevo filtro creado con base en reimaginar desde contextos diversos. La innovación es la transformación de la visión con la que se concibe que el futuro puede comportarse y de la manera en la que se puede llegar a construir una oportunidad de posicionar un nuevo código cultural en la sociedad.

Por ejemplo, un teléfono que se convierte en computadora. Palm Pilot fue ese producto que anticipó un mercado nuevo y una plataforma de servicios a partir de dispositivos y aplicaciones complementarias. Se adelantó al tiempo y la tecnología. Sin embargo, fue Apple quien entendió el concepto de simplicidad como el principio rector, y el resto es historia.

La innovación es un atributo con el que el mercado te premia si tu propuesta es usable y está dispuesto a pagar por ella. 

Palm Pilot abrió la carrera hacia una categoría nueva de asistentes personales; Apple reinventó la forma en la que nos comunicamos desde el mismo teléfono. Ambas tenían el mismo objetivo desde distintos paradigmas de servicio y el público respondió a la ideología de ambas marcas: una reinvención de la comunicación y la conectividad desde algo que aprendimos a usar de múltiples formas.

La innovación como cambio cultural se demuestra en la comunicación de la empresa, la forma en la que se trabaja para hacer realidad la visión sobre el futuro y la manera en la que se definen acciones, tales como la fórmula de ingresos o la propuesta de usos y las aplicaciones del producto con base en la congruencia de su propios principios y en los del cuidado del planeta. 

Se hace indispensable que quienes proponen estos principios y los que los activan tengan entonces códigos específicos para pensar y ejecutar de forma diferente. De esta manera, para innovar dentro de una organización es muy importante cambiar la configuración de la estructura con que se toman decisiones, los roles y las responsabilidades, los tiempos para resolver, y la métrica de desempeño individual hasta transformarla en la del logro grupal. 

¿El resultado? Jugar en una categoría diferente que la competencia porque se ha cambiado la forma en la que se define y ejecuta lo que se considera valioso. La identidad de esa cultura se vuelve tan o más importante que la innovación que se persigue.

Ese sistema de creencias adoptadas, deben ser compartidas y replicadas por quienes participan del proceso de creación y por aliados y proveedores, ya que esto amplifica la visión de cambio, y convierte a todos en una la plataforma desde la que se puede provocar que la innovación tenga propósito transformador. 

Crear íconos es un proceso de tres P’s: plazo, paciencia y persistencia, y que puede ensamblarse como piezas en tres fases:

Desacoplar el presente y sus urgencias de futuro: hay que cumplir con las necesidades presentes pero también dar espacio a crear y construir el propósito del cambio y sus resultados. Para ello, es necesario lograr consensos entre los tomadores de decisiones, explorar con mesura el ciclo de experimentar y aprender desde los yerros para crear con visión a futuro, y destruyendo los mitos.

Desaprender sosteniendo la ideología de adoptar lo todavía no inventado: lo que es exitoso hoy puede que no sea sostenible en el futuro, de no leerse correctamente lo que las señales de cambio que el paradigma vigente permite filtrar. Es fundamental una visión fresca para poner en la mesa los retos del “¿y qué tal si…?”

Cambiar solo en apariencia el paradigma: el reto que enfrentan las empresas y los emprendedores no solo consiste en acelerar y resolver el cambio a partir de la tecnología que hoy ya lo permite, sino en encontrar cómo hacerlo sostenible, replicable y escalable, y que trascienda de una mera oportunidad y más bien se consolide un mercado que rompa el status quo. Eso fue lo que consolidó a Netflix, lo que transformó el modelo de Uber y lo que hizo eficiente a Amazon. 

Alguien ya pensó y encontró respuestas a los problemas presentes en el pasado. Comprender por qué se falló y cómo puede reinterpretarse la realidad tomando una posición contraria a la rigidez del “pero eso no se hace así”, es un primer paso para salir de la zona de seguridad y comodidad autoimpuesta. 

La innovación se consolida solo si se vuelve un valor compartido por colaboradores, usuarios y todos quienes pueden vincularse para acrecentarla y nutrirla. No es solo un algoritmo o fórmula secreta, son códigos que se aplican y se comparten, y que igualmente se desgastan por la tarea permanente de confrontar la vigencia del paradigma. Por ello, es importante mantenerla viva por acciones y no solo con discursos. 

Si quieres conocer más sobre cómo las empresas deben innovar para tener éxito, da clic aquí. 

 

*Víctor Moctezuma es empresario y emprendedor social y fundador de iLab, cuyo trabajo es lograr que las empresas, universidades, gobiernos y personas, logren reinventarse haciendo que sus ideas sean rentables, sustentables y escalables.

Con más de 20 años de experiencia profesional y graduado de diversos programas de innovación y Emprendimeinto en MIT ha sido directivo en compañías multinacionales y reconocido como fellow por Ashoka Innovación Social.

Salir de la versión móvil