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De la freidora al tanque: Un equipo de alumnos y una docente comprometida con el medio ambiente buscan transformar el futuro energético con biodiesel sostenible

En un mundo cada vez más consciente de la importancia del cuidado ambiental, la necesidad de encontrar soluciones sostenibles para abordar la contaminación se vuelve cada vez más apremiante. Sin embargo, hay un aspecto crucial de la conservación del medio ambiente que a menudo pasa desapercibido: el reciclaje del aceite de cocina usado. 

Sorprendentemente, este residuo cotidiano, que solemos desechar sin pensarlo dos veces, puede tener un impacto devastador en nuestros ecosistemas si no se maneja adecuadamente. Se estima que un solo litro de aceite puede contaminar desde mil hasta 100 mil litros de agua, dependiendo de la fuente. 

Por un lado, el vertido indiscriminado de aceite usado, comúnmente en el proceso de cocina, no solo contribuye a la contaminación del agua sino también a obstruir las tuberías, lo que resulta en inundaciones y otros problemas de infraestructura.

Por otro, el aceite usado también representa un desafío en términos de gestión de residuos. Cuando se desecha incorrectamente, puede contaminar el suelo y afectar negativamente la calidad del aire. Además, su descomposición genera emisiones de gases de efecto invernadero, lo que contribuye al cambio climático. 

A pesar de esta alarmante realidad, el tema del reciclaje del aceite usado rara vez recibe la atención que merece. En este contexto, destacar la importancia de esta práctica y explorar iniciativas que la promuevan se vuelve fundamental para preservar la salud de nuestro planeta y asegurar un futuro sostenible para las generaciones venideras. 

Para ello, es fundamental la labor de profesores como Beetzabe Rosado, una docente del Instituto Tecnológico de Estudios Superiores de Ecatepec que hoy lidera una iniciativa que busca desarrollar una planta piloto que buscará convertir el aceite usado en biodiesel a partir de su reciclaje.

Ella y el equipo de alumnos que ha desarrollado el proyecto vio en ese desecho un potencial transformador. A través de meses de investigación y experimentación, desarrollaron un proceso para convertir el aceite en biodiesel, un combustible alternativo menos contaminante y más seguro.

“En este proyecto, nos enfocamos en resolver el problema de los pequeños fabricantes de alimentos fritos, quienes, al final, se convierten en grandes generadores de residuos que tienen un impacto significativo en el medio ambiente cuando se considera su alcance generalizado”, explica la profesora. 

El proyecto comenzó en el 2021, con el propósito de enfrentar el desafío ambiental de la amenaza latente de la contaminación para la salud pública y el medio ambiente. La propuesta inicial se centraba en transformar botellas de plástico en gasolina, pero pronto se enfocó en combatir la contaminación del aceite usado a través de su transformación en biocombustible.

La labor de la profesora no solo consistió en guiar técnica y académicamente a Jonathan, el líder del equipo, y a todos los alumnos que han colaborado, sino también en impulsar la visión de convertir el proyecto en una solución comercial viable.

 

“Creo que es importante enfocar nuestros esfuerzos en identificar dónde dirigirlos y cómo abordar los desafíos para encontrar soluciones impactantes. Debemos asegurarnos de que nuestras soluciones no se limiten a un pequeño grupo de personas, sino que aborden problemas que afectan a una amplia gama de individuos, y sobre todo, que estos sean rentables”, asegura la docente. 

 

El biodiesel desarrollado ya ha superado pruebas preliminares en laboratorios, sin embargo, para llevar el producto al mercado de manera oficial, es necesario obtener la certificación correspondiente mediante pruebas en un laboratorio certificado oficialmente. Esto es esencial para demostrar que el combustible desarrollado cumple con los estándares de seguridad y calidad establecidos por las autoridades regulatorias.  

El biodiesel ya ha pasado las pruebas de laboratorio, solo falta ser probado en un laboratorio certificado, lo que le permitirá obtener los permisos correspondientes.

 

Una vez que el biodiesel obtenga la aprobación y certificación necesaria, se abrirán nuevas oportunidades para su aplicación, como el establecimiento de plantas de biodiesel por parte de empresas que utilicen aceite comestible como materia prima, por ejemplo, Sabritas. Estas empresas, que generan residuos de aceite de cocina, podrían beneficiarse enormemente al convertir estos desechos en biodiesel para su propio consumo y así cerrar el ciclo de producción al transformar sus residuos en un recurso útil y sostenible, reduciendo así su huella ambiental y sus costos operativos asociados con la gestión de residuos.

De esta manera, el proyecto ha pasado por una fase de investigación exhaustiva, tanto en términos técnicos como de mercado. Además, han explorado diferentes aplicaciones para el producto final, como limpiador de mares y desmoldante en la industria de la construcción, entre otros. También el líder del equipo, Johnatan, ha realizado un curso de calidad para asegurar que el producto cumpla con los estándares requeridos.

“He dirigido varios proyectos en diversos sectores y considero que este equipo en particular ha demostrado un compromiso notable. Destaco su disposición para asumir riesgos, ya que no todos están dispuestos a invertir sus propios recursos y confiar en sus ideas como lo hacen ellos. Muchos esperan a recibir financiamiento antes de actuar o simplemente abandonan sus proyectos si no reciben apoyo externo. Por eso, valoro especialmente el hecho de que este equipo haya mostrado iniciativa y esté dispuesto a invertir recursos propios en su proyecto”, sostiene Beetazabe.

El viaje no ha estado exento de desafíos, que se encuentran desde enfrentar las regulaciones hasta evaluar la viabilidad financiera. Beetzabe, Johnatan y el equipo que trabaja en este proyecto, se ha embarcado en un viaje de aprendizaje y crecimiento empresarial, que los ha llevado a dejar atrás el mundo académico para abrazar la realidad de un negocio real.

 

“Sí se siente la emoción y conforme ha avanzado el proyecto, más, por los planes a futuro y la forma en la que esto puede crecer e impactar en la sociedad para su beneficio, se siente muy bien”, asegura el líder del proyecto. 

 

Iniciativas innovadoras y comprometidas como esta demuestran que es posible transformar un problema en una oportunidad para el cambio positivo. Al impulsar la conciencia sobre la importancia del reciclaje del aceite usado y promover su conversión en recursos útiles y sostenibles, se allana el camino hacia un futuro más limpio, saludable y sostenible para todos.

Este proyecto se enmarca dentro de “Maestros que dejan huella”, una iniciativa promovida por iLab, una consultora de innovación. Su propósito es empoderar a los profesores como agentes de cambio, alentándolos a cultivar en sus alumnos una mentalidad observadora del entorno. El objetivo es que estos estudiantes se conviertan en proponentes activos de soluciones con impacto positivo en la comunidad. Todo esto se lleva a cabo con el respaldo de recursos dedicados a la innovación y el impacto social.

 

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