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Innovación para la sostenibilidad: ¿Podemos ser más innovadores que destructivos? Cómo salvar al planeta con lo que tenemos echando mano de la creatividad y la tecnología

¿Qué tienen en común la desaparición de abejas, las bolsas para heces de perro y las comunidades rurales sin acceso a energía? A primera vista, parecen problemas desconectados, pero comparten un rasgo esencial: todos son desafíos que pueden impulsarnos hacia soluciones revolucionarias cuando aplicamos la innovación de manera consciente y creativa.

Lo primero que se nos viene a la mente cuando hablamos de innovación es la tecnología, ya que ha sido la protagonista de muchos de los avances más significativos de las últimas décadas. Sin embargo, no podemos olvidar que la tecnología, si bien tiene el poder de ofrecer soluciones impresionantes, también puede ser una fuente de contaminación y daño ambiental si no se usa de manera responsable. En 2022, la humanidad generó residuos electrónicos 62 millones de toneladas de desechos electrónicos, el equivalente a un millón y medio de camiones que podrían dar la vuelta al mundo por el ecuador y actualmente, los centros de datos son responsables del 1% del consumo global de electricidad. La tecnología tiene un poder inmenso para llevarnos hacia atrás, pero también hacia adelante.

Sin embargo, la innovación para la sostenibilidad no es sinónimo exclusivo de tecnología. A menudo, el verdadero cambio surge de hacer las cosas de manera diferente, considerando soluciones que integren los recursos y conocimientos locales. Las comunidades rurales sin acceso a energía, por ejemplo, han transformado sus realidades con paneles solares portátiles y sistemas de almacenamiento simples, diseñados no solo para ser eficientes, sino también accesibles y escalables. 

En las ciudades, por ejemplo, proyectos de compostaje comunitario han demostrado que incluso un problema tan cotidiano como el manejo de desechos puede resolverse con creatividad más que con sofisticación. La clave está en encontrar un equilibrio: aprovechar lo mejor que la tecnología tiene para ofrecer mientras priorizamos la sostenibilidad y el impacto social a largo plazo. Así, cada desafío deja de ser un obstáculo para convertirse en una oportunidad de repensar cómo convivimos con nuestro entorno y con nosotros mismos.

 

La innovación para la sostenibilidad más allá de la tecnología: soluciones que nacen locales y sostenibles

 

La innovación para la sostenibilidad responsable trasciende las soluciones obvias y combina creatividad, ciencia, y conciencia social. Por ejemplo, el problema del desperdicio alimentario, que representa un tercio de los alimentos producidos a nivel mundial, ha inspirado proyectos como Too Good To Go, una aplicación que conecta a restaurantes y supermercados con consumidores para vender excedentes a precios reducidos, lo que no solo combate el desperdicio, sino que fomenta una economía circular en la que los recursos se maximizan antes de convertirse en desechos. 

Desde su fundación en 2015 en Copenhague, Too Good To Go ha transformado el problema del desperdicio alimentario en una solución innovadora con impacto global. Lo que comenzó como una pequeña idea, impulsada por un grupo de emprendedores apasionados, se materializó en una app que conecta a negocios con excedentes de comida con consumidores comprometidos a reducir la crisis climática, acceder a alimentos de calidad y ahorrar dinero. 

En sus primeras semanas, la aplicación fue un éxito en Dinamarca, atrayendo a cientos de empresas y miles de usuarios. Este modelo se replicó rápidamente en países como Noruega, Reino Unido y Francia, donde tuvo el mismo impacto positivo. De esta manera desde 2017, Too Good To Go ha crecido hasta operar en 18 países y ha salvado más de 300 millones de comidas, evitando la emisión de 810.000 toneladas de CO2. 

Otro caso del que vale la pena hablar es el uso de residuos agrícolas para resolver problemas ambientales, ya que estos subproductos pueden convertirse en recursos valiosos cuando se aprovechan adecuadamente. Por ejemplo, empresas como EcoPlanet Bamboo transforman las plantaciones de bambú en materiales sostenibles que sustituyen plásticos y maderas convencionales, lo que reduce la deforestación, a la vez que revitaliza tierras degradadas.

En 2010, mientras exploraba oportunidades de inversión en Tailandia, Troy Wiseman, un emprendedor estadounidense con una trayectoria marcada por su compromiso social, encontró en el bambú mucho más que un material, sino una misión de vida: transformar esta planta en un recurso disruptivo que no solo reemplazaría a la madera en muchos usos, sino que también contribuiría al desarrollo social y la recuperación ambiental. El bambú, con su capacidad para capturar carbono, regenerar ecosistemas y ofrecer una alternativa sostenible a la madera, es el corazón del modelo de negocio.

EcoPlanet Bamboo inició operaciones en Nicaragua, un país con una extensa degradación de tierras debido a la deforestación y donde más del 50% de la población vive con menos de dos dólares al día. Allí, Wiseman implementó un modelo que no solo transformó el paisaje, sino también las vidas de cientos de personas. Desde el primer día, la empresa priorizó la contratación de trabajadores locales, muchos de los cuales aprendieron a escribir su nombre trabajando en las plantaciones. Con escuelas, acceso a agua potable y clínicas médicas en cada sitio, EcoPlanet Bamboo no solo creó empleos, sino que también ofreció estabilidad y esperanza a comunidades enteras.

Un ejemplo que evidencia que la innovación para la sostenibilidad puede surgir en entornos desfavorecidos y prosperar con pocos recursos económicos es el de Trashy Bags, una iniciativa nacida en Ghana, la cual transforma desechos plásticos en accesorios de moda, no solo reduciendo residuos, sino creando empleo en comunidades vulnerables. Desde 2007, esta organización ha recolectado más de 33 millones de bolsas plásticas desechadas, convirtiéndolas en productos únicos y sostenibles como mochilas, bolsas de mano y accesorios. Cada pieza es una muestra de creatividad y resiliencia, transformando lo que era basura en tesoros funcionales. 

El impacto de Trashy Bags va más allá de la conservación ambiental, ya que emplea a artesanos locales, muchos de ellos mujeres y jóvenes, con lo que fomenta el desarrollo económico y el empoderamiento comunitario. Aquí, la innovación no está en la tecnología avanzada, sino en la capacidad de replantear un problema como una oportunidad económica y ambiental.

 

Innovación para la sostenibilidad: limpieza y prevención de la contaminación plástica

 

Otro de los problemas que aquejan al medio ambiente, la contaminación por plásticos en los océanos, es uno de los mayores retos de nuestro tiempo y ha encontrado esperanza en proyectos como The Ocean Cleanup, que utiliza tecnologías avanzadas para recolectar toneladas de desechos plásticos flotantes. 

A los 16 años, Boyan Slat se sumergió en aguas griegas y encontró más bolsas plásticas que peces. Inspirado por esa experiencia, desarrolló una idea para limpiar los océanos, llevándola desde un proyecto escolar hasta una charla TEDx en 2012 que se volvió viral. Ese momento le dio el impulso necesario para fundar The Ocean Cleanup, abandonando la universidad para dedicar su vida a enfrentar el problema de la contaminación plástica en los océanos.

Hoy, The Ocean Cleanup ha desarrollado tecnologías que atacan el problema desde dos frentes: interceptando plásticos en ríos antes de que lleguen al océano y removiendo los que ya flotan en los grandes giros oceánicos. Con sistemas como el System 03, desplegado en 2023 en la Gran Mancha de Basura del Pacífico, recolectan toneladas de plástico que luego se reciclan para nuevos usos. 

Además, con herramientas como los Interceptors, buscan limpiar los mil ríos responsables del 80% del plástico marino, en colaboración con gobiernos y empresas, con el objetivo de reducir un 90% del plástico flotante en los océanos para 2040.

Pero la verdadera innovación no solo radica en la limpieza, sino en la prevención: startups como Notpla desarrollan alternativas biodegradables, como el «Ooho«, una burbuja comestible hecha de algas que sirve de contenedor para líquidos, además de alternativas biodegradables como recubrimientos para cajas de comida, películas y plásticos rígidos, todos hechos de algas. 

Lo que comenzó en una cocina, con Rodrigo García González y Pierre Paslier, mientras estudiaban en el Imperial College London y el Royal College of Art, experimentando con el objetivo de deshacerse del plástico de un solo uso, evolucionó hasta ganar el prestigioso Earthshot Prize en 2022, reconocimiento que apoya innovaciones ambientales con un potencial escalable.

Este año, en colaboración con JustEat, produjeron más de un millón de cajas para comida para llevar, mostrando cómo la naturaleza puede ser aliada en la lucha contra la contaminación plástica. Los fundadores enfatizan que aún es posible actuar para enfrentar este desafío global y construir un futuro libre de desechos plásticos.

La innovación para la sostenibilidad no tiene una receta única, y en el mundo actual, el concepto se encuentra en una encrucijada. A menudo pensamos que la tecnología es la respuesta definitiva, un salvavidas que podría llevarnos a una solución mágica para los problemas más graves del planeta. Pero la realidad es más compleja porque la tecnología no es una panacea.  

Lo que está claro es que, sin importar cuán sofisticada sea la tecnología, no puede funcionar sin una visión que considere la sostenibilidad en su núcleo. La verdadera innovación radica en utilizar lo mejor de la tecnología para apoyar soluciones locales y basadas en la creatividad humana. En muchos casos, las mejores ideas surgen no de los laboratorios, sino de las comunidades que conocen sus propios problemas de cerca. Innovar es repensar, desafiar lo establecido y aplicar lo aprendido de manera que el progreso sea realmente sostenible.

La sostenibilidad, en última instancia, necesita que lo global y lo local se alineen. Necesitamos una forma de integrar lo que la tecnología ofrece, pero también debemos saber cuándo mirar hacia las formas más sencillas y naturales de hacer las cosas. Es un llamado a dejar de lado la idea de que la innovación está solo en el futuro y darnos cuenta de que, tal vez, está justo frente a nosotros, en formas de actuar más simples, conscientes y colaborativas. La innovación para la sostenibilidad es, en esencia, aprender a vivir de manera más inteligente, no más compleja.

 

Proyectos en marcha 

 

En un mundo marcado por crisis medioambientales de diversa índole, la búsqueda de soluciones innovadoras a nivel comunitario se presenta como una respuesta fundamental para mitigar los impactos que estos problemas generan. Los efectos del cambio climático, la contaminación y la pérdida de biodiversidad requieren acciones urgentes y, sobre todo, colaborativas. 

Iniciativas como “Maestros que dejan huella” reconocen que los docentes tienen el poder de transformar sus comunidades al involucrar a sus estudiantes en proyectos que no solo sensibilizan sobre estos problemas, sino que buscan soluciones concretas y sostenibles. A continuación, algunos de los proyectos que están desarrollando los profesores de la segunda edición de esta iniciativa.

Uno de los problemas ambientales más urgentes es la muerte masiva de abejas –las cuales son responsables de la polinización del planeta–, que afecta gravemente tanto a la biodiversidad como a la producción agrícola. Maribel Pérez Corona, profesora de la Universidad Tecnológica de Querétaro, se enfoca en este desafío, destacando que la mortandad de abejas no solo se debe a los agroquímicos, sino también a factores como el hurto y el vandalismo en los apiarios. La pérdida de estas polinizadoras impacta directamente al 70% de los cultivos humanos, poniendo en riesgo nuestra seguridad alimentaria. El proyecto de Maribel busca desarrollar soluciones que mitiguen estos factores y protejan a las abejas, fundamentales para el equilibrio ecológico.

En otro frente, la problemática del manejo de desechos de mascotas se aborda en la Universidad Autónoma de Guadalajara, campus Tabasco, con la propuesta de Silvia del Rosario Díaz López. En México, la mitad de la población tiene al menos un perro, generando una gran cantidad de desechos que, si no son gestionados adecuadamente, contribuyen a la contaminación y a problemas de salud pública. Este proyecto tiene como objetivo crear conciencia y desarrollar sistemas eficientes para la disposición de los desechos, reduciendo así el impacto negativo que estos generan en el medio ambiente y la salud de las comunidades.

Por otro lado, la ciudad de Saltillo enfrenta un grave problema relacionado con las inundaciones y las sequías, exacerbado por la ineficiencia de los sistemas pluviales. Karla Lorena Montoya Cisneros, del Instituto de Educación Humanista, lidera un proyecto que busca mejorar la captación y manejo del agua en la ciudad.  

Finalmente, en las zonas rurales, donde la falta de acceso a recursos energéticos básicos como el gas doméstico es un problema recurrente, Mayli del Refugio López Rodríguez de la Universidad Simón Bolívar continúa desarrollando el proyecto Moorlight, ganador de la primera edición de “Maestros que dejan huella”. Este proyecto tiene como objetivo proporcionar una fuente de energía limpia a través de algas que producen hidrógeno, la cual pueda abastecer a las familias durante hasta dos semanas, reduciendo así la dependencia de métodos tradicionales que dañan el medio ambiente y la salud. La falta de infraestructura en las zonas rurales es una barrera que este proyecto busca superar mediante el uso de energías renovables y otras tecnologías accesibles.

Estos proyectos son solo una muestra del potencial transformador que tienen los docentes al abordar problemas sociales y medioambientales con un enfoque que privilegia la innovación para la sostenibilidad desde el ámbito educativo, involucrando a estudiantes y comunidades en soluciones innovadoras que impactan directamente en su entorno.

 

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