¿Qué pasaría si cada vez más individuos tuvieran acceso al conocimiento para salir adelante, transformar su visión, ser autosuficientes y generar un impacto en su entorno?
Esta es una pregunta que desde la fundación de iLab, nos hicimos y nos apuramos a darle respuesta a través del desarrollo de nuestros programas y de escribir generación tras generación historias de emprendimiento que impacten en el entorno.
iLab es una consultora de innovación que transforma ideas en soluciones con impacto positivo que nació en 2014 con la premisa de facilitar a todos, sin importar su sexo, género o nivel socioeconómico, fueran capaces de transformar su visión y de desarrollar tecnología e implementarla para mejorar sus oportunidades de vida y las de los que los rodean.
Por nuestras formaciones han pasado cientos y si en algo coinciden, es en que nuestros programas les cambiaron la vida.
Para nosotros es vital esta misión porque México es un país en el que la pobreza es una constante que no permite que todos accedan a las mismas oportunidades y que se ha convertido en un lastre cada vez más difícil de superar. Nosotros, facilitando el desarrollo de habilidades, ponemos nuestro ‘granito de arena’ para solucionar el problema.
Resiliencia, resolución de problemas complejos, desarrollo de la creatividad y el pensamiento crítico. Todas son habilidades que hoy son necesarias no solo para insertarse en el mundo laboral sino para sortear la vida misma y que en iLab nos esforzamos por cultivar en todo aquel que pasa por nuestras aulas.
Estas son algunas de las historias de emprendimiento, resiliencia y antifragilidad de nuestros egresados.
Ayudando a sembrar la semilla del emprendimiento
En su historia profesional, Luisa Arenas acumula un récord: el de haber logrado que alrededor de 70 mipymes accedieran a opciones de financiamiento por cerca de 70 millones de pesos y de representar al municipio con más aplicaciones de crédito por parte de mipymes.
El logro es grande porque la falta de financiamiento en el país es una de las causas de muerte de las empresas más pequeñas, las cuales, son responsables de generar más del 90% del empleo en México. Digamos que, de alguna manera, esta licenciada en gestión de negocios, ayudó a salvarles la vida a estas empresas.
Ella lideraba una subdirección de dos personas (ella y un chico de servicio social), la de incubación de mipymes, dentro de la Secretaría de Desarrollo Económico de Coatzacoalcos. Pero dos personas y la iniciativa de Luisa hicieron que una meta tan ambiciosa fuera alcanzable.
“Nunca antes tantas empresas habían obtenido un financiamiento. La Sedeco nos hizo bombo y platillo por ello. Mi meta fue ayudar a la mayor cantidad de mipymes que se pudieran y lo logré”, cuenta Luisa, una licenciada en gestión y dirección de negocios que se enamoró del emprendimiento y encontró en él el motor de su trayectoria profesional.
Y esto lo encontró en iLab. Hace seis años, Luisa formó parte de la primera generación del Thinkcamp, un programa revolucionario en su tipo que tenía el objetivo de insertar la semilla de innovación en jóvenes recién egresados de universidades públicas. Y a partir de ahí, su misión de vida cambió. Hoy, se encarga de plantar esa semilla en sus alumnos y en sus asesorados, mientras está a cargo del modelo de innovación del Centro de Innovación y Emprendimiento de la Universidad de Puebla.
“A los alumnos tengo la misión de sembrarles la semilla del emprendimiento, de que no solo pueden ser empleados sino de que pueden convertirse en fuente de empleo para otras personas”, explica.
Lo que hizo a partir de egresar de iLab, cuenta, es aprovechar esas herramientas y ese conocimiento que aprendió para hacer que otros puedan desarrollar sus proyectos y emprender.
“iLab me abrió el cerebro por el tipo de metodología y de personalidades con las que te acerca. Nada te lo enseñan en la universidad y tienes que asimilar grandes cantidades de información en poco tiempo”, cuenta.
Para entrar a iLab, Luisa tuvo que dejar mucho para lograrlo. Un trabajo nuevo conseguido por sus padres y por consiguiente, la posibilidad de recibir cualquier apoyo por parte de ellos. Estaba recién egresada y alguien le contó del programa de innovación de este centro, así que ella no dudó en tomar el riesgo. “Fue la mejor decisión que he tomado en mi vida”, asegura.
Hoy, mientras continúa apoyando a que más emprendedores funden su propia empresa, trabaja en un nuevo emprendimiento y en ampliar el negocio familiar.
De empleado a emprendedor y líder de proyectos
Hace unos años, el plan de vida de Santiago era crecer en una gran empresa, moverse a otro país y continuar ahí su carrera, pero siempre como empleado al cobijo de una gran compañía.
Continuamente, le decía a su padre, que es empresario, que él nunca sería emprendedor porque serlo implicaba mucha responsabilidad y sacrificio. Sin embargo, un día de diciembre, a Santiago Bolívar Ruiz de Huidobro lo despidieron de la empresa farmacéutica multinacional en la que trabajaba este ingeniero industrial.
Estaba triste y frustrado porque, al ser recién egresado, no encontraba cuál sería su paso siguiente. Hasta que ese mismo día que lo despidieron, se encontró a uno de sus mentores en la universidad que estudiaba que le recomendó el Thinkcamp de iLab, un programa de emprendimiento basado en innovación aproximadamente cuatro meses. Al otro día, fue a plática informativa, y sin pensárselo mucho, decidió inscribirse.
Santiago toma la llamada de iLab en su oficina, en la que hoy coordina varios proyectos a la vez porque asegura, a partir de iLab encontró “la pasión” por ser él mismo quien trace el rumbo de su futuro y sus propias decisiones y dejó atrás la idea de ser empleado de una gran empresa.
Además de todos los proyectos en los que colabora, desde hace más de dos años años, se encuentra desarrollando, junto con un equipo que se encuentra en Colombia, España, Estados Unidos, Noua, una aplicación que ayuda a los viajeros a hacer match con lugareños para encontrar aquellos lugares que puedan hacer el viaje único.
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“Mi papá está muy agradecido con iLab, porque yo era una persona que jugaba videojuegos todo el día y que no tenía motivación por nada, pero cuando terminé iLab mi vida era diferente, veía las cosas diferentes y todo era posible, alcanzar cualquier cosa era posible. Quizá suena cursi, pero es real. Me cambió la vida porque encontré en mí algo que no sabía que existía”, explica.
Lo que él asegura es que iLab le abrió los ojos al potencial que tiene como persona y a darse cuenta de que siempre es posible hacer más.
Una enseñanza de antifragilidad y de vida
Si algo le enseñó iLab a Yesenia Araujo es, no solo a ser resiliente y no rendirse ante las adversidades, sino a ser antifragil, a encontrarle a las adversidades la manera de salir más fortalecido. Y apenas terminó el Thinkcamp, se dio cuenta de ello.
“No tengo dinero, no tengo trabajo, pero sé que aprendí algo completamente diferente y que en ningún lugar me iban a enseñar, así que si iLab me enseñó a levantarme y a ser más fuerte y darle la vuelta a todas las situaciones por más difíciles que sean, así es el programa”, pensaba esta ingeniera, mientras regresaba de haber concluido el curso luego de haber dejado una vida hecha para asumir el reto de pasar cuatro meses desarrollando innovación y, fundamentalmente, transformando su manera de ver la vida gracias al programa.
A su llegada a Matamoros, Tamaulipas, de donde es originaria, se enfrentó con la realidad de tener una deuda económica elevada y ninguna fuente de ingresos que la respaldara. Sin embargo, estaba consciente de que el programa la había transformado.
“Si iLab me enseñó a identificar problemas, soluciones, caminos, a pensar diferente y a irte abriendo caminos tengo que aplicarlo. Estoy muy orgullosa de cómo logré darle la vuelta a la vida”, cuenta. Además, le hizo darse cuenta de que quería ayudar a las personas.
Repasó qué era lo que hacía bien y cómo podía empezar a generar ingresos de manera inmediata. Inmediatamente pensó en las empanaditas jarochas que había aprendido a hacer estando en Veracruz cursando el Thinkcamp. No lo pensó más, pidió 200 pesos para comprar los insumos y salir a vender empanadas.
“Es algo que me hace sentir muy orgullosa porque me levanté, hay gente que dice que no tiene nada y que perdió el trabajo y que pone pretextos. Cada persona es distinta y no demerito a nadie, pero iLab me enseñó a que tenía que seguir adelante y a poder con cualquier situación”, recuerda.
A las dos semanas, ya generaba 400 pesos al día y eso poco a poco le ayudó a levantarse y planear qué era lo que seguía. Fue entonces que recordó lo mucho que le gustaba dar clases de inglés, así que decidió empezar a desarrollar un centro educativo de enseñanza de inglés. Hoy, después de un año y medio, el proyecto tiene nombre, personal y estructura.
“No voy a descansar hasta que este proyecto esté completamente listo para echarlo a volar”, sostiene.
Amor por las abejas
Para Leilany Chávez, la educación es uno de sus pilares de vida. Por ello, hace tres años, cuando vio la oportunidad de estudiar un taller que le permitiría aprender a innovar como lo era el Thinkcamp de iLab, no dudó en dejar la licenciatura que recién iniciaba.
En su momento, fue una decisión difícil por lo importante que era para ella continuar estudiando, pero prefirió apostar por aquello que intuía, le daría aún más herramientas en menor tiempo. Y hoy, a tres años de distancia, está consciente que fue una de las mejores decisiones que ha podido tomar sobre su futuro.
“Valió la pena dejar pausada un año la universidad tradicional y dejar el trabajo, porque iLab permite que las personas descubran el potencial que tienen y que no logran desarrollar por el entorno. iLab te permite descubrir, equivocarte y que al final salga algo ”, asegura.
Así que durante el Thinkcamp, le tocó conocer mucho sobre sí misma y en este camino, Leilany se enamoró de las abejas y de la función vital que tienen en la creación de vida. Sin ellas no podría existir la polinización y sin esta, no habría semillas, ni plantas, ni vida.
Ante este problema, creó Apisgro, un dispositivo que contribuye a luchar contra el peor enemigo de estos insectos, la Varroa Destructor, un ácaro que las enferma y reduce su esperanza de vida a la mitad.
Hoy, a distancia, ella está segura de que estudiar en iLab es un antes y un después.
“La universidad fue totalmente diferente para mí, mi manera de investigar, de entregar los trabajos a nivel laboral, ha sido de mayor calidad. Yo diría que hasta en cuestiones de la vida, incluso con mi bebé aplico herramientas, me sirven para todos los aspectos”, sostiene.
El proyecto, que inició en 2018, sigue en pruebas y avanzando poco a poco. Se encuentra en contacto con apicultores de varios estados de la República para mantener una red y en un futuro próximo, retomar el desarrollo tecnológico.