La autocrítica en los negocios te hará crecer, solo necesitas saber aplicarla 

¿Aliada o enemiga? Tu mente define tu forma de afrontar los reveses de la vida. Aprende a utilizar la autocrítica en los negocios de manera positiva.

Mariana F. Maldonado

Periodista especializada en innovación.
Feb 25, 2025

 

 

En 1997, el empresario Reed Hastings salió de un videoclub con una multa de 40 dólares por devolver tarde una copia de “Apollo 13”, lo que le hizo sentir desconcertado y avergonzado. 

 Hastings no era ajeno al fracaso: había cofundado Pure Software, una compañía de desarrollo de herramientas para programadores, pero su rápida expansión hizo que gestionar la compañía se volviera un desafío. En lugar de adaptarse, intentó imponer al interior un control estricto sobre cada proceso, lo que terminó rigidizando la organización y dificultando la innovación. Finalmente, la vendió, aprendiendo por las malas que el crecimiento descontrolado sin flexibilidad puede ser un arma de doble filo.

Mientras reflexionaba sobre su experiencia en Pure Software, se dio cuenta de que lo mismo ocurría con los videoclubes tradicionales: imponían reglas rígidas que castigaban a los clientes en vez de ofrecerles una experiencia más fluida. Fue entonces cuando empezó a darle vueltas a la idea de un servicio de alquiler de películas sin multas. Junto con Marc Randolph, su socio en otros proyectos, diseñó un modelo basado en suscripciones, algo poco común en el negocio del video en ese momento. Decidieron probar con los recién nacidos discos DVD, más ligeros y fáciles de enviar por correo que los voluminosos VHS.

El primer experimento fue simple: Hastings y Randolph se enviaron un DVD por correo a sí mismos para comprobar si llegaba intacto. Funcionó. Con esta validación, lanzaron Netflix como un servicio de alquiler de películas en línea, donde los clientes pedían DVDs en la web y los recibían en casa. 

No había multas por retraso, solo una cuota mensual que les permitía rentar tantas películas como quisieran, siempre que devolvieran las anteriores. Al principio, el negocio no despegó como esperaban, y en el año 2000 incluso intentaron venderlo a Blockbuster por 50 millones de dólares. Blockbuster rechazó la oferta, creyendo que el modelo de Netflix no tenía futuro.

Pero Hastings y su equipo siguieron refinando su propuesta, analizando datos de usuarios y mejorando su sistema. Para 2007, cuando el ancho de banda lo permitió, Netflix dejó de ser solo un servicio de DVD por correo y apostó por el streaming. En la actualidad, conocemos el desenlace: Netflix es una de las compañías más exitosas y disruptivas en la industria del entretenimiento. 

La historia de Netflix demuestra que la autocrítica en los negocios puede ser una aliada poderosa cuando se usa con inteligencia. No se trata solo de identificar errores, sino de transformarlos en aprendizaje. Hastings no se quedó atrapado en la culpa ni en la parálisis del miedo al fracaso: convirtió cada obstáculo en una oportunidad de mejora.

Esta capacidad de cuestionarse sin destruirse es clave para crecer. Nos han enseñado que reflexionar sobre nuestros errores nos ayuda a mejorar, y es cierto: la autocrítica bien aplicada es un instrumento poderoso. Nos permite aprender, crecer y corregir aquello que nos limita.

Pero, ¿qué pasa cuando se convierte en un freno en vez de un impulso?

 

Cuándo la autocrítica en los negocios se vuelve un problema

 

La diferencia entre una voz interna sana y una destructiva radica en cómo nos hablamos a nosotros mismos. Cuestionar nuestra estrategia para mejorarla es valioso, pero castigarnos por nuestros defectos de manera cruel solo nos paraliza.

Cuando la autocrítica se vuelve constante y despiadada –lo cual, por desgracia, no es  poco común–, comienza a erosionar nuestra autoestima. En lugar de motivarnos, nos hunde en la duda y el miedo al error. Nos impide arriesgarnos, innovar y, a veces, hasta tomar decisiones simples. “Soy un desastre”, “Nunca lo haré bien”, “No soy lo suficientemente bueno”. Frases como estas no nos ayudan a mejorar; solo refuerzan la inseguridad y el miedo a equivocarse.

Otra señal de que las críticas hacia nosotros mismos no están siendo productiva es cuando estas se enfocan en aspectos que no podemos cambiar con facilidad. Si alguien es introvertido, por ejemplo, no tiene sentido castigarse por no ser más extrovertido. Más bien puede aprender estrategias para comunicarse mejor dentro de su estilo. Lo mismo ocurre con rasgos físicos o de personalidad: criticarnos por cosas fuera de nuestro control solo genera frustración y resentimiento.

Cuando nuestra voz interna se convierte en una fuente de desprecio hacia nosotros mismos, puede ser un obstáculo para el crecimiento personal. Según el estudio «Emotion in Self-Criticism», estas emociones negativas no solo minan la confianza, también reducen la resiliencia. 

La clave no está en eliminarla, sino en transformarla en una herramienta constructiva. Para ello, es fundamental practicar la autocompasión: reconocer errores sin juzgarlos con dureza, hablarse a uno mismo con la misma empatía que se tendría con un amigo y enfocarse en soluciones en vez de castigarse. De esta manera, la autocrítica se convierte en una aliada del aprendizaje y la mejora continua.

Pero, ¿cómo convertir la autocrítica en los negocios en un recurso positivo? 

 

Reformula el diálogo interno

 

Cuando un empresario lanza un nuevo producto y no obtiene la respuesta esperada, o en general, se enfrenta a numerosos obstáculos propios de tener un negocio, es fácil caer en pensamientos destructivos: «Mi idea es mala», «No sirvo para esto». Pero de nada sirve ver la derrota como una condena; es mucho más útil reformular la situación: «¿Qué puedo aprender de esto?», «¿Qué parte de mi estrategia puedo mejorar?».

Un ejemplo emblemático de esta mentalidad es Steve Jobs. A principios de los años 80, el empresario era visto como el rostro brillante de Apple, el negocio que él mismo había cofundado en un garaje junto a Steve Wozniak. Sin embargo, a medida que este crecía, también lo hacían las tensiones internas. Su estilo de liderazgo apasionado, pero impulsivo, generó fricciones con otros ejecutivos y miembros de la junta directiva. 

En 1985, a los 30 años, el empresario fue forzado a abandonar su propia creación. Para cualquier persona, ser despedido de la compañía que ayudó a construir sería devastador, y para él también lo fue, pero aunque sintió el golpe, no se quedó atrapado en pensamientos autocríticos destructivos. No se hundió en la culpa, sino que reformuló su narrativa: ¿qué había salido mal? ¿Qué podía aprender de la experiencia? ¿Cómo podía mejorar? El mismo Jobs aceptó después que haber sido despedido era de las mejores cosas que le había podido pasar en la vida. 

Este aprovechó su tiempo fuera para evolucionar. Fundó NeXT, una compañía de hardware y software enfocada en el sector educativo y profesional, donde experimentó con nuevas tecnologías. También adquirió una pequeña división de gráficos por computadora de Lucasfilm, que con el tiempo se convirtió en Pixar, el estudio que revolucionaría la animación digital con películas como “Toy Story”.

Durante esa etapa, Jobs aprendió a ser un mejor líder. En Apple, su perfeccionismo lo había llevado a tomar decisiones de manera impulsiva, sin escuchar a su equipo. En NeXT y Pixar, se vio obligado a delegar, confiar en otros y enfocarse en la estrategia a largo plazo. Esta evolución en su liderazgo fue clave cuando, en 1997, Apple adquirió NeXT y él regresó como CEO. 

La tecnología desarrollada en NeXT se convirtió en la base del sistema operativo Mac OS X, y su nueva perspectiva le permitió transformar a la compañía de la manzana en la más innovadora del mundo.

Si Jobs se hubiera quedado atrapado en la autocrítica negativa, probablemente esta organización no habría sobrevivido a su crisis de los años 90. Reformular su diálogo interno no solo le permitió recuperarse; lo convirtió en un líder más sabio y estratégico. Además, él no solo era conocido por escuchar a su crítico interior sino también por abrazar la crítica externa como una herramienta de mejora continua. 

Cuando presentó el iPod, los críticos señalaron que era demasiado grande, lo que llevó a la creación del iPod Nano. Más tarde, tras nuevas críticas sobre el tamaño del Nano, introdujo el iPod Shuffle. Esta disposición a escuchar las críticas le permitió refinar sus productos, al mismo tiempo que transformó lo que inicialmente parecía un obstáculo en una oportunidad de crecimiento. 

Jobs entendió que el fracaso y la crítica eran una fuente valiosa de investigación y desarrollo, y aprovechó esa retroalimentación para seguir innovando y ofreciendo soluciones cada vez más acertadas.

 

Enfócate en soluciones, no en el problema

 

Cuando algo sale mal, es fácil quedarse atrapado en la frustración y la culpa. Pero de nada vale obsesionarnos con lo que no funcionó, sino que es mucho más productivo analizar qué podemos cambiar para obtener mejores resultados. La diferencia entre el fracaso y el aprendizaje radica en nuestra capacidad para reenfocar la autocrítica en los negocios hacia soluciones concretas.

Una muestra de esto es el caso de Elon Musk, el fundador de Tesla y SpaceX. A pesar de ser conocido por sus éxitos en el mundo de la tecnología, Musk ha enfrentado numerosas dificultades y decepciones en su carrera. Cuando SpaceX intentó lanzar sus cohetes por primera vez, sufrió varios reveses que podrían haber terminado con la empresa, pero esto no sucedió. Musk se centró en encontrar soluciones y entender qué estaba fallando en los lanzamientos. 

Ante este panorama, Musk analizó las equivocaciones, adaptó el diseño de los cohetes y buscó nuevos enfoques. Eventualmente, SpaceX logró lanzar con éxito, convirtiéndose en un referente en la industria aeroespacial.

Musk entendió que el verdadero desafío no era fallar, sino la forma de enfrentar los obstáculos y la disposición a encontrar soluciones. Este enfoque ha sido clave para el éxito de Tesla y SpaceX, demostrando que lo importante es no centrarse en el problema y aprender de él para seguir adelante.

 

Utiliza la autocrítica en los negocios como brújula, no como freno

 

Es fácil que nuestra voz interna nos paralice. Cuando algo no sale bien, podemos sentirnos tentados a pensar que no somos lo suficientemente buenos o que no vale la pena seguir intentándolo. Sin embargo, esta no debe ser un obstáculo, sino un arma para ajustar el rumbo. En vez de interpretarla como una señal de que debemos detenernos, podemos verla como una brújula que nos ayuda a seguir adelante y confiar en nosotros mismos, a la vez que nos indica qué aspectos mejorar.

Un gran ejemplo de esto es J.K. Rowling, la autora de la saga “Harry Potter”. Antes de convertirse en una de las escritoras más exitosas del mundo, Rowling pasó por años de rechazo. En los 90, cuando terminó el manuscrito de “Harry Potter y la piedra filosofal”, lo envió a múltiples editoriales, pero este fue rechazado más de una docena de veces. Sin embargo, nunca pensó: “Mi historia no es lo suficientemente buena”, “No tengo talento”, “Debería rendirme”. Al contrario, ella siempre creyó en sí misma –a pesar de que hacerlo le costaba trabajo–, y estaba segura solamente de una cosa: de que era capaz de contar una historia. 

De esta manera, la escritora usó el rechazo como una señal de que debía seguir adelante. Finalmente, Bloomsbury, una editorial pequeña en ese momento, aceptó publicar su libro. 

J.K. Rowling y Harry Potter muestran cómo la determinación, la capacidad de no ahogarse en los fracasos y de hacer una autocrítica bien dirigida nos ayuda a crecer. Si nos detenemos cada vez que algo no sale como esperamos, nunca avanzaremos. Pero si usamos una autoimagen y una forma sana de criticar nuestras ideas como una brújula para mejorar, podemos encontrar el camino correcto, incluso en medio de los obstáculos.

 

Usa la autocompasión como estrategia de crecimiento

 

El mundo empresarial y de la innovación puede ser implacable, y los mismos líderes suelen ser sus peores jueces. Sin embargo, la autocompasión no significa conformismo, sino reconocer el esfuerzo invertido sin dejar de buscar mejoras. En lugar de pensar: «No soy lo suficientemente bueno para liderar un equipo», un buen líder se diría: «Estoy aprendiendo a ser mejor cada día».

Una muestra clara es Thomas Edison, cuya perseverancia y mentalidad resiliente lo llevaron a convertirse en uno de los inventores más influyentes de la historia. Edison trabajó en el desarrollo de la bombilla eléctrica durante años y realizó miles de pruebas antes de encontrar un diseño viable. En el proceso, enfrentó innumerables fallos y recibió críticas tanto de colegas como de inversionistas que dudaban de su capacidad para lograrlo.

Cualquier otra persona podría haberse rendido después de tantos intentos fallidos, pero Edison tenía una mentalidad diferente. Veía los errores como parte natural del proceso de aprendizaje. Su famosa frase, «No he fracasado. He encontrado 10,000 maneras que no funcionan», refleja su capacidad de autoaceptación y su enfoque en la mejora continua.

Este enfoque le permitió analizar cada error con curiosidad, ajustando su método hasta lograr la bombilla incandescente que cambiaría la historia. Sin autocompasión, Edison podría haberse paralizado por la autocrítica, abandonando su proyecto antes de alcanzar el éxito.

La autocrítica en los negocios es una herramienta poderosa cuando se usa con inteligencia, pero también puede convertirse en una trampa que nos inmoviliza. La clave está en encontrar el equilibrio: cuestionar nuestras ideas sin sabotearlas, aprender de los errores sin quedarnos atrapados en ellos. No se trata de evitar la crítica. Se trata de utilizarla como una guía que conduzca el camino en lugar de una carga que nos detenga. Al final, la diferencia entre el estancamiento y el crecimiento radica en cómo elegimos hablar con nosotros mismos.

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