Baja California Sur es un lugar donde la historia se entrelaza con la naturaleza, y es donde ha surgido un proyecto que está cambiando vidas y revitalizando comunidades. Eco Aventuras San Antonio de la Sierra nació a partir de la necesidad de resolver distintos problemas, desde la marginación de los pobladores locales hasta la necesidad de conservar el Área Natural Protegida Sierra La Laguna.
Todo comenzó muy cerca de esa región, hace siete años, cuando un grupo de habitantes de la histórica comunidad de San Antonio –que hace años fue capital del estado– se acercó a la Universidad Autónoma de Baja California Sur con un sentimiento de abandono y preocupación por el futuro de su región.
San Antonio, alguna vez una próspera capital minera con una rica historia que se remonta a 200 años, estaba experimentando una decadencia económica y demográfica. La gente se estaba yendo en busca de oportunidades en otros lugares, dejando atrás un paisaje de desesperanza y preocupación. Sin embargo, en medio de esta situación, la comunidad decidió tomar las riendas de su destino y buscar soluciones para revitalizar su entorno, y pidió apoyo.
Miguel Ángel Ojeda, un profesor de la Universidad de Baja California Sur, fue quien tomó el liderazgo para acompañar a esta comunidad: Lideró talleres de emprendimiento y colaboró estrechamente con los habitantes de la región para identificar oportunidades económicas.
Fue entonces cuando un grupo de residentes de ranchos cercanos a la Reserva de la Biosfera Sierra La Laguna se acercó con una idea: establecer un pequeño restaurante para atender a los turistas que visitan la zona.
Miguel Ángel se encargó de apoyar a estos pobladores y, junto con sus alumnos, de ayudarlos a encontrar oportunidades económicas, así como había hecho con sus vecinos. En este camino, los habitantes se dieron cuenta de que personas de diferentes partes del mundo visitaban la región para avistar aves, lo que representaba una actividad turística potencialmente lucrativa, pero había un problema: estos visitantes no dejaban un impacto económico significativo en la comunidad local.
A pesar de ello, también notaron que los turistas estaban dispuestos a pagar por experiencias únicas de avistamiento y fotografía de aves raras y endémicas. Ante este hallazgo, habían identificado una oportunidad de negocio
Sin embargo, no era suficiente, porque las aves tenían sus temporadas y hubiera sido insostenible mantener el atractivo de la región solamente basado en este aspecto. Así que el proyecto no se limitó exclusivamente al avistamiento de aves; había que diversificar las actividades turísticas y económicas para garantizar la sostenibilidad a largo plazo y maximizar el impacto positivo en la comunidad.
“El modelo de negocios inicial que era simplemente una comunidad que podría aprovechar el alistamiento de las aves, se convirtió en una empresa que puede proveer de servicios ecoturísticos más allá de limitarse a aprovechar solo a las aves y que permite rescatar los ranchos que están en la región, haciendo un turismo que no existe en el mundo, el cual se interesa en ver la vida de esas comunidades, y es un proyecto integral que tiene más opciones de servicios. Además, integra un pasaporte de avistamiento de aves”, explica el profesor en entrevista con iLab.
A la hora de construir el proyecto, los habitantes crearon un pasaporte para avistar aves, el cual fue concebido como una manera creativa de diversificar las actividades turísticas y promover la interacción de los visitantes y la vida local. Este pasaporte incluye el avistamiento de aves y visitas a ranchos para rescatar la vida del ranchero y articular su producción a mercados más redituables.
Este pasaporte tiene el objetivo de promover el turismo de aves y ofrecer una experiencia más integral a los visitantes, y consiste en crear un sistema de registro donde los turistas puedan documentar las especies que han avistado durante su visita a la región, así como las actividades relacionadas con la vida local. Esto serviría no solo como un recuerdo para los visitantes, pero también como un incentivo para la conservación del medio ambiente y como un medio de planeación para futuras visitas.
Durante el proceso de interacción y colaboración entre el equipo universitario –compuesto no solo por alumnos sino también por otros profesores expertos en aves y en negocios– y la comunidad local también se reveló la sabiduría ancestral de los habitantes. Se descubrió que los residentes no solo tenían un profundo conocimiento del entorno natural, sino también de las costumbres y comportamientos de las aves locales.
Los habitantes compartieron con el equipo universitario técnicas tradicionales para llamar a las aves, demostrando un entendimiento íntimo de la vida silvestre que los investigadores académicos no tenían. Este descubrimiento resaltó la importancia de reconocer y valorar el conocimiento local en la conservación y el manejo sostenible de los recursos naturales.
«Nos dimos cuenta de que entre los habitantes locales existía un profundo entendimiento de las aves, incluyendo usos medicinales para algunas especies, así como un conocimiento empírico arraigado en la cultura. Sorprendentemente, sabían dónde anidaban, cómo producían sonidos e incluso anticipaban su presencia en lugares inusuales.
“Por ejemplo, durante nuestras conversaciones, nos mostraban cómo atraer a los polluelos de pájaros carpinteros fuera de sus nidos imitando los sonidos de la madre. Esta experiencia nos llevó a reflexionar sobre la riqueza del conocimiento ancestral local, una sabiduría que nosotros, como académicos con años de estudio, no habíamos llegado a comprender por completo”, explica el profesor. De esta manera, posteriormente pudieron capacitar a los pobladores locales como guías turísticos, ya que el conocimiento y el amor por las aves, ya estaba en ellos.
La revelación del profundo entendimiento de las aves por parte de los habitantes locales no solo fue sorprendente, sino que también sirvió como catalizador para abordar la multifacética problemática que enfrentaba la comunidad, que incluye marginación y situación de pobreza, ecoturismo descontrolado que no contribuye económicamente a la comunidad y pérdida del capital social debido al abandono de la población en busca de oportunidades de ingreso.
El proyecto busca abordar el desafío de conservar las áreas naturales protegidas involucrando activamente a las comunidades locales en su propia conservación. Reconoce que las áreas naturales protegidas no solo son refugios para la biodiversidad, sino también hogares para las personas que viven en ellas. Al empoderar a estas comunidades para desarrollar actividades económicas sostenibles dentro de los límites de las áreas protegidas, se crea un incentivo para la conservación del entorno natural. Al mismo tiempo, se fomenta un sentido de pertenencia y responsabilidad hacia estas áreas, lo que contribuye a su protección a largo plazo.
De esta manera, lo que comenzó como un modesto proyecto para impulsar la economía local pronto se convirtió en algo mucho más grande. Con la ayuda de la universidad y el descubrimiento de la riqueza avícola de la región, el proyecto evolucionó hacia el ecoturismo, ofreciendo experiencias más allá de la observación de aves. Se integraron actividades para rescatar la vida en los ranchos, mostrando a los visitantes la autenticidad de la vida rural y las tradiciones locales.
Al centrarse en una variedad de recursos naturales y culturales, como los ranchos locales, la gastronomía regional y las tradiciones culturales, se pudo aprovechar plenamente el potencial de la región. Esta diversificación no solo promueve una base económica más sólida y resistente a las fluctuaciones del mercado, sino que también fortalece la identidad cultural, fomenta el emprendimiento local y crea oportunidades de empleo en diversos sectores.
Además, al ofrecer una gama más amplia de actividades turísticas, se puede garantizar un flujo constante de visitantes a lo largo del año, mitigando así el impacto de los cambios estacionales y climáticos en el avistamiento de aves.
Los habitantes, que antes se sentían marginados, ahora son guías certificados y emprendedores que buscan liderar la industria turística en su región. De esta manera, este proyecto no solo está generando ingresos económicos, sino que también está revitalizando el orgullo y la identidad cultural de San Antonio y sus alrededores.
Este proyecto forma parte del programa «Maestros que dejan huella» de la consultora iLab. Esta iniciativa motiva a los profesores a utilizar recursos innovadores y a participar en actividades sociales que inspiren a sus estudiantes a enfrentar desafíos comunitarios. A lo largo de varios meses, el programa ha capacitado a los docentes, brindándoles conocimientos y herramientas para capacitar a sus alumnos, convirtiéndolos en agentes de cambio y generando mejoras palpables en la calidad de vida de sus comunidades.
Además, el modelo desarrollado aquí tiene el potencial de ser replicado en otras áreas naturales protegidas en México y más allá, ofreciendo una solución innovadora para conservar el medio ambiente al mismo tiempo que se empodera a las comunidades locales.
Miguel Ángel Ojeda, junto con su equipo y los valientes habitantes de San Antonio, están demostrando que el verdadero cambio comienza desde abajo, cuando las comunidades se unen con un propósito común y el conocimiento se convierte en acción.