En los negocios, a veces uno más uno no es dos… es mucho más. Cuando dos marcas se unen con creatividad, pueden lograr cosas que ninguna lograría por sí sola: abrir nuevos caminos, sorprender con ideas frescas y conectar de manera más profunda con la gente. Esa es la fuerza de la colaboración creativa: una forma de innovar que no solo se enfoca en lanzar un nuevo producto, sino en crear algo que tenga valor para todos los involucrados, desde las marcas hasta sus audiencias.
El reconocido experto en negocios Stephen R. Covey, decía que “la sinergia es mejor que mi camino o tu camino. Es nuestro camino.” Y esa frase resume muy bien lo que pasa cuando dos marcas realmente colaboran, porque no se trata solo de compartir recursos o dividirse el trabajo, sino de juntar lo mejor de cada una para inventar algo completamente nuevo y más poderoso, imaginando juntos algo que solos no habrían podido lograr.
No importa si se realizan entre marcas parecidas —como dos de moda que combinan estilos y seguidores— o entre empresas que en principio no tienen nada que ver, como una de tecnología y otra de bebidas. Lo importante no es la industria, sino la capacidad de crear un producto o una historia distinta en un mercado donde todos quieren llamar la atención.
Colaboración creativa: sinergia que se convierte en una palanca de crecimiento
Más que simples estrategias de marketing o ejercicios de co-branding, estas alianzas se han convertido en una forma real de hacer crecer el negocio. Su lógica se basa en la sinergia: la capacidad de generar algo cualitativamente diferente y más valioso a partir de la. Combinación de saberes, audiencias, capacidades tecnológicas yde contar historias.
El caso de GoPro y Red Bull es paradigmático: lo que comenzó como una alianza entre una marca de cámaras de acción y una de bebidas energéticas, derivó en una integración profunda de contenidos, narrativas y comunidades. En 2016, ambas compañías formalizaron su colaboración a través de un acuerdo global para crear más de mil 800 eventos y piezas audiovisuales al año. Red Bull aportaba su universo de deportes extremos, GoPro su tecnología y comunidad de creadores. ¿El resultado? El proyecto resultó ser uno de los principales factores de crecimiento para ambas marcas. Red Bull tuvo un aumento del 7% en las ventas en los siguientes seis meses (lo que se traduce en cientos de millones de dólares estadounidenses en ingresos), y GoPro generó US$32.26 millones de dólares en ganancias al final de ese año.
Este tipo de colaboraciones no solo mejora la imagen de marca sino que también impacta directamente en las finanzas. Un análisis de McKinsey reveló que las empresas que participan regularmente en colaboraciones estratégicas —ya sea con otras marcas, afiliados, redes B2B o influencers— pueden obtener hasta un 30% de sus ingresos por esta vía. Esto demuestra que las buenas colaboraciones pueden llegar a más gente, a la vez que permiten compartir costos, lanzar ideas más rápido y sobre todo, hacer que cada una de las marcas se vea aún más valiosa al estar al lado de la otra.
De esta manera, el potencial de las colaboraciones creativas no solo se mide en cifras, sino que también se refleja en la percepción y el entusiasmo del consumidor: al público le encanta. Según una encuesta reciente de Visual Objects, el 71% de los consumidores estadounidenses disfruta las asociaciones entre marcas, debido a que las personas se sienten atraídas por las propuestas novedosas, soluciones únicas y productos que aportan valor más allá de lo esperado.
Colaboraciones creativas a partir del propósito
Las buenas colaboraciones no nacen por coincidencia ni por juntar nombres famosos al azar. Las que realmente funcionan son las que comparten una idea, un propósito común más allá de vender, señala este mismo estudio.
Un gran ejemplo es lo que hicieron LEGO e IKEA en 2020: juntas lanzaron BYGGLEK, una colección de cajas de almacenamiento pensadas para guardar piezas de LEGO, pero que también se pueden usar como parte del juego. Se venden solo en IKEA y están diseñadas con la idea de que jugar no debe ser un desorden, sino una parte natural de la vida en casa. Ambas marcas se unieron porque creen en lo mismo: que jugar es importante, que no debería interrumpirse por las tareas diarias, y que puede integrarse a la rutina familiar de forma divertida y sencilla.
Este tipo de alianzas no solo combina recursos o ideas; despierta curiosidad en la gente y crea entusiasmo, algo muy valioso en un mercado lleno de opciones. Las marcas que apuestan por trabajar juntas desde un propósito auténtico logran destacar, sorprender y conectar con su público desde un lugar distinto. Además, al compartir riesgos y unir fortalezas, pueden lanzar cosas nuevas más rápido y con menos inversión individual, lo que las hace más fuertes frente a la competencia.
Pero ojo: no todas las colaboraciones son una buena idea. Si las marcas no encajan bien, la jugada puede salir mal. El mismo análisis señala que el 61% de los consumidores evitaría comprar productos de una marca con mala reputación, incluso si está asociada con una marca que sí valoran. En una era en la que los valores y la coherencia importan tanto como el producto, una alianza mal diseñada puede dañar la imagen de los involucrados.
Ahora bien, cuando una colaboración está bien hecha, sirve para atraer nuevos clientes a la vez que también puede fortalecer la relación con quienes ya conocen y confían en la marca.
Según Visual Objects, el 43% de las personas estaría dispuesta a probar un producto co-creado si ya tiene afinidad con al menos una de las marcas. Y esto tiene un impacto enorme: de acuerdo con el experto Frederick F. Reichheld, de Harvard Business School, aumentar la fidelidad de los clientes apenas un 5% puede hacer crecer las ganancias hasta en un 95%. Así que las colaboraciones creativas no solo abren puertas nuevas, también ayudan a reforzar las que ya están abiertas.
La colaboración creativa como herramienta de innovación interna
Además de conquistar nuevas audiencias y de llamar la atención de sus consumidores con campañas llamativas, la colaboración creativa también ha demostrado ser una herramienta poderosa para impulsar la innovación desde el interior de las organizaciones. Cada vez más empresas adoptan esta lógica como parte de sus estrategias de innovación abierta, invitando a startups, diseñadores, artistas e incluso a sus propios competidores, para pensar juntos soluciones nuevas.
Un caso que lo ejemplifica bien es el de Ford y Volkswagen. Desde 2019, estos dos gigantes automotrices unieron fuerzas para trabajar en proyectos clave como vehículos eléctricos, comerciales y tecnologías de conducción autónoma. Todo comenzó en el Salón del Automóvil de Detroit, donde anunciaron que desarrollarían camionetas en conjunto, además de explorar formas de competir con empresas como Tesla en movilidad eléctrica.
La colaboración entre estas dos marcas líderes dio un paso importante meses después, cuando anunciaron que ampliarían la alianza para trabajar juntos en tres áreas clave: vehículos eléctricos, vehículos comerciales y conducción autónoma. Volkswagen permitió a Ford usar su plataforma eléctrica MEB para fabricar más de 600 mil autos eléctricos en Europa, mientras que juntos empezaron a desarrollar pickups y vans comerciales combinando la experiencia de cada uno. Además, ambas invirtieron en Argo AI, una startup especializada en conducción autónoma con presencia en Estados Unidos y Europa.
Esta colaboración creativa sigue en pie y les ofrece a ambas compartir costos de desarrollo, acelerar el lanzamiento de productos, y alcanzar una capacidad, escala y alcance geográfico “inigualables” gracias a su alianza con Argo AI, según las palabras de Jim Hackett, presidente y director ejecutivo de Ford. “Desbloquear las sinergias en diversas áreas nos permite demostrar el poder de nuestra alianza global en esta era de vehículos inteligentes para un mundo inteligente”, asegura.
Este caso muestra cómo una colaboración bien pensada puede convertirse en una estrategia poderosa para resolver desafíos comunes —como la electrificación o la movilidad sustentable—, pero también para ganar velocidad, competitividad y visión a futuro.
Y no es el único ejemplo. Hay muchas formas de innovar en conjunto. IKEA y LEGO, por ejemplo, combinaron juego y diseño en su línea BYGGLEK. PepsiCo, por su parte, colabora con la startup Zappi para analizar campañas publicitarias en tiempo real, reduciendo el tiempo de implementación en un 60% y mejorando su impacto. También están los acuerdos entre empresas y universidades, como el de IBM con el MIT, que crearon un laboratorio para estudiar inteligencia artificial responsable.
Todas estas iniciativas demuestran lo mismo, que cuando se comparten recursos, talento y visión, la creatividad se expande, y que innovar en compañía es una forma más segura de multiplicar el impacto.
Desafíos estratégicos de colaborar creativamente
Si bien las colaboraciones creativas pueden generar un gran impacto, no están libres de obstáculos. Para que realmente funcionen, requieren estrategia, visión de largo plazo y mucha claridad en la ejecución.
Uno de los primeros desafíos es alinear valores. Cuando esto no ocurre, el público lo nota. Es lo que pasó en 2012 con la colaboración entre H&M y Maison Margiela. Aunque en papel sonaba prometedor, muchos consumidores sintieron que el espíritu exclusivo y artesanal de Margiela se diluía en la lógica de producción masiva de H&M. El resultado: críticas por falta de autenticidad y una sensación de desconexión entre lo que representaban ambas marcas.
Otro problema común surge cuando hay un desequilibrio de poder o recursos. Si una de las partes impone su narrativa o controla todo el proceso, la colaboración se vuelve disfuncional. El caso de Nike y Amazon lo ilustra perfectamente. Aunque al principio parecía una alianza estratégica ideal, terminó abruptamente en 2019. Nike se retiró porque perdió el control sobre la experiencia de marca y no logró frenar la venta de productos falsificados, uno de sus principales objetivos al asociarse.
También está el riesgo reputacional compartido. Si una marca atraviesa una crisis o escándalo, su socia puede verse arrastrada por las consecuencias, aunque no haya estado directamente involucrada. Y a esto se suma otro factor clave, la complejidad operativa. Estas colaboraciones suelen implicar calendarios paralelos, gestión de propiedad intelectual y estructuras de gobierno compartidas que no siempre son fáciles de coordinar. De hecho, un reporte de Harvard Business School señala que más del 50 % de las alianzas fracasan por errores en la implementación, no por falta de una buena idea.
En conjunto, estos riesgos demuestran que colaborar creativamente exige más que una buena idea. Requiere compatibilidad cultural, equilibrio de fuerzas, coordinación fina y una gestión compartida de la reputación. Solo cuando todo esto se cuida, una alianza deja de ser una apuesta riesgosa y se transforma en una fuente real y sostenible de valor.
Al final, colaborar creativamente debería ser una decisión consciente y alineada con la esencia de la marca. Antes de lanzarse a una alianza, vale la pena detenerse a pensar con honestidad: ¿qué queremos lograr más allá del alcance o la visibilidad inmediata? ¿Compartimos una visión y valores que nos permitan construir algo auténtico en conjunto? ¿Qué fortalezas aporta la otra parte que realmente complementan las nuestras, y no solo lucen bien en un post?
También conviene preguntarse si tenemos la estructura, el liderazgo y la apertura necesarios para sostener una colaboración, no solo arrancarla. ¿Qué riesgos estamos dispuestos a asumir y cómo nos vamos a preparar para ellos? Porque colaborar implica también ceder el control, aprender del otro y construir algo que ninguno podría hacer por separado.