Eres el jefe de una empresa y tienes dos colaboradores: uno que siempre ha sido eficiente y puntual, y otro que ha tenido algunos problemas de desempeño en el pasado. Ambos te entregan sus reportes mensuales al mismo tiempo, pero notas que el colaborador eficiente ha cometido un error. «Debe haber sido un descuido, probablemente estaba muy ocupado,» piensas.
Sin embargo, cuando revisas el reporte del trabajador con problemas de desempeño, encuentras un error similar, pero tu reacción no es la misma: «Otra vez, este empleado no puede hacer nada bien.» Ambos errores podrían haber sido causados por factores similares, pero tu percepción está influenciada por tus expectativas previas sobre cada empleado.
Nuestra mente nos juega estos trucos para tomar decisiones más rápidamente y reforzar nuestras creencias preexistentes, aunque esto pueda llevarnos a interpretaciones erróneas de la realidad.
Estos ‘trucos mentales’ tienen nombre: sesgos cognitivos. Son errores sistemáticos en el pensamiento que afectan las decisiones y los juicios de las personas. Son una forma de modelos mentales –estructuras internas que utilizamos para entender y dar sentido al mundo que nos rodea, y que nos ayudan a organizar la información, predecir resultados y tomar decisiones– pero aunque estos atajos, llamados heurísticos, son esenciales para la eficiencia cognitiva y pueden ser cruciales en situaciones de emergencia, a menudo llevan a errores sistemáticos.
Los sesgos pueden influir en decisiones financieras, médicas y personales, llevando a elecciones que no son necesariamente racionales o en nuestro mejor interés. Además, pueden distorsionar nuestra percepción de riesgos y beneficios, afectando cómo respondemos a situaciones potencialmente peligrosas o beneficiosas.
También influyen en nuestras relaciones personales, moldeando cómo interpretamos las acciones y palabras de otras personas, y a menudo llevándonos a malos entendidos y conflictos, como seguir manteniendo una visión negativa de un colaborador que ha cometido errores en el pasado pero que ya se ha enmendado, mientras justificas positivamente al que se ha equivocado, en vez de evaluar a ambos de manera objetiva.
Estás en una reunión de trabajo y tu jefe critica tu presentación. Si no confías en él, podrías pensar que está intentando sabotearte; si tienes una buena relación, asumirás que solo quiere ayudarte a mejorar. Lo mismo aplica a la política: si ya desconfías del gobierno, cualquier cambio en las políticas es una prueba de su incompetencia; si confías en ellos, lo ves como una muestra de su flexibilidad y capacidad de adaptación. Los sesgos están en todos lados.
Varios tipos de sesgos
Existen distintos tipos de sesgos cognitivos, cada uno afectando nuestras decisiones y juicios de maneras únicas. Al familiarizarnos con la forma en que operan y cómo influyen en nuestro pensamiento, podemos identificar cuándo están afectando nuestras decisiones y aplicar estrategias específicas para mitigarlos. Pero mientras, seguimos siendo esclavos del cableado de nuestro cerebro.
Uno de estos es el heurístico de disponibilidad, el cual hace que sobreestimemos la probabilidad de eventos basándonos en lo fácil que es recordar ejemplos de esos eventos, como cuando un empresario decide invertir en un sector específico después de escuchar varias historias de éxito recientes en ese sector, ignorando otros datos económicos fundamentales que podrían indicar que existe un riesgo más alto de inversión que el que está suponiendo.
Otro es el heurístico de representatividad, que nos lleva a juzgar la probabilidad de un evento basándonos en lo similar que es a un prototipo preconcebido, lo que puede provocar que subestimemos la probabilidad real de que algo ocurra. Como cuando un gerente de contratación asume que un candidato con un perfil técnico muy específico y experiencia en una gran empresa será automáticamente adecuado para cualquier rol similar, sin considerar la idoneidad del candidato para las particularidades del puesto en la empresa actual.
El heurístico de anclaje y ajuste también es común y se produce cuando las personas basan sus estimaciones en una referencia inicial (ancla) y luego hacen ajustes insuficientes a partir de esa referencia. Esto puede causar que las estimaciones estén sesgadas hacia el ancla original. Por ejemplo, durante una negociación de salario, la primera cifra mencionada puede influir significativamente en la percepción de lo que es un salario justo, afectando las expectativas y acuerdos finales.
Existe otro tipo de heurístico relacionado con el afecto, el cual se basa en las emociones y sentimientos que asociamos con algo. Este atajo mental puede llevarnos a tomar decisiones basadas en nuestras emociones inmediatas en lugar de en un análisis racional. Por ejemplo, podríamos preferir contratar a un proveedor que conocemos personalmente y nos cae bien, aunque haya otros proveedores con mejores precios y servicios más adecuados para nuestras necesidades empresariales específicas.
Los sesgos cognitivos están en todas partes y afectan cada aspecto de nuestra vida. Reconocer su existencia es el primer paso para empezar a cuestionar nuestras propias suposiciones y abrirnos a perspectivas más objetivas. Porque, al final del día, todos queremos tomar decisiones que realmente nos beneficien y no estar atrapados en una trampa mental que nos lleva por el mal camino.
¿Cómo evitarlos?
Los sesgos sirven para ayudarte a tomar decisiones en situaciones que exigen rapidez, así que evitarlos está relacionado con darte tiempo para analizar la manera en la que funciona tu cerebro.
Evita tomar conclusiones apresuradas y date un momento para analizar tus propios pensamientos.
Pregúntate: ¿Estoy viendo toda la información? ¿Estoy interpretando esto de manera justa? vas a darte cuenta de que en una gran cantidad de ocasiones, no estás viendo la “película completa” con respecto al asunto en cuestión. Reconocerlo es el primer paso para proceder a cambiarlo.
Carmen Acton, una consultora de procesos que trabaja en el área de la bahía de San Francisco, California, cuenta una experiencia reveladora respecto a cómo los sesgos pueden afectar la labor de una persona, en este caso, a la hora de dirigir un departamento. Cuando se convirtió en directiva por primera vez, tenía claro que quería valorar a su equipo y a tratar a todos con respeto, sin embargo, un poco después de asumir el mando, se dio cuenta de que el liderazgo no era tan simple como lo había imaginado al principio.
Un subordinado suyo, se había unido al equipo tiempo antes que ella y no poseía ningún título universitario, así que inconscientemente, ella asumió que él era menos capaz que el resto y comenzó a asignarle proyectos menos desafiantes, hasta que un compañero le preguntó por qué no asignaba a este colaborador un proyecto mucho más retador que los que le había dado hasta ahora.
“Cuanto más lo discutíamos, más me daba cuenta de que había asumido que otros eran más capaces que Bob simplemente porque tenían un título universitario y, sin darme cuenta, lo estaba discriminando y tratando de manera diferente”, cuenta en un artículo de la Harvard Business Review.
Los sesgos son ‘traicioneros’ en tanto suceden sin que nos demos cuenta, así que la mejor forma de erradicarlos es llevar a la consciencia nuestros comportamientos inconscientes, y esto pasa por analizar nuestra conducta y empezar a trabajar por el cambio.
Ella asegura que en este camino, se dio cuenta que, al ser una persona que había crecido en un entorno privilegiado en el que la educación superior se consideraba el camino hacia el éxito, tenía la creencia de que la experiencia y la capacidad estaban correlacionadas fuertemente al nivel de educación, lo que resultó en una suposición dañina y limitante que nubló su juicio hacia las capacidades de su colaborador.
Lo siguiente es desafiar nuestro propio sesgo de confirmación, el cual nos impulsa común y peligrosamente a buscar, interpretar y recordar información que confirma nuestras creencias preexistentes, así que para evitar los sesgos necesitamos dejar de ignorar y descartar la información que las contradice. Haz un esfuerzo consciente por exponerte a perspectivas diferentes y opuestas a tu forma de pensar sobre la situación que estás analizando.
En lugar de consumir información de las mismas fuentes de siempre, intenta explorar diferentes medios de comunicación, blogs, libros y podcasts que representen una variedad de puntos de vista. Por ejemplo, si lees un periódico que generalmente apoya tus creencias, también lee otro que las desafíe.
Esto te ayudará a obtener una visión más equilibrada y completa de cualquier tema. Involúcrate en conversaciones con personas que tienen opiniones diferentes a las tuyas. Ya sea en redes sociales, foros en línea o en tu círculo social, busca intercambiar ideas con aquellos que ven el mundo de manera distinta.
Escucha activamente sus argumentos y trata de entender su perspectiva sin juzgar. Pregúntate: ¿Por qué alguien pensaría de esta manera? ¿Qué experiencias podrían haber llevado a esta persona a tener estas creencias? Este ejercicio puede ayudarte a comprender mejor las razones detrás de los puntos de vista opuestos y a encontrar valor en ellos, incluso si no estás de acuerdo.
Incluso puedes, en ocasiones, convertirte en “abogado del diablo”, una postura que implica defender otros argumentos distintos del tuyo. Si lo haces, seguramente te darás cuenta que tus creencias tienen inconsistencias y esto podrá darte una perspectiva de lo que puedes mejorar.
No temas pedir retroalimentación de colegas, amigos o mentores. Otras personas pueden ver cosas que tú no ves y pueden ofrecerte una perspectiva diferente. La retroalimentación constructiva puede ayudarte a identificar sesgos cognitivos que de otro modo pasarían desapercibidos.
Los sesgos cognitivos están ahí, complicándonos la vida sin que nos demos cuenta, y es hora de ponerles freno, así que deja de tomar atajos mentales que te llevan por el camino del error. Cuestiona todo, expón tus ideas a desafíos, y nunca dejes de buscar esa perspectiva que te haga ver las cosas de otra manera.
Al final del día, tomar decisiones más conscientes y bien informadas no solo te hará más justo con los demás, sino que también te ayudará a generar nuevas ideas y a innovar de la mejor manera. Así que, la próxima vez que tengas que evaluar a tus colaboradores o tomar una decisión importante de negocios, detente un momento y piensa: “¿Estoy siendo víctima de mis propios sesgos cognitivos?”. Si la respuesta es sí, ya sabes qué hacer.