El discurso ambiental ha estado dominado durante décadas por la palabra «sostenibilidad». En un mundo que enfrenta crisis climática, extinción masiva de especies y agotamiento de recursos, ser «sostenible» parecía la única solución lógica. Pero, ¿es suficiente? La sostenibilidad se ha convertido en sinónimo de reducir daños: usar menos energía, emitir menos carbono, generar menos desperdicios. Sin embargo, reducir el impacto negativo ya no es suficiente para revertir el daño que hemos causado.
Un análisis publicado por Ernst&Young subraya la urgencia de transformar los sistemas económicos globales para evitar un futuro insostenible. El informe explica que “estamos intentando adaptar la sostenibilidad dentro de un sistema que, por diseño, es insostenible,” y recalca que las iniciativas actuales, aunque han generado cierto impulso, son insuficientes para abordar las crisis ambientales, sociales y económicas que enfrentamos hoy en día.
El principal problema con la sostenibilidad es que, en su forma más común, se ha quedado estancada en la idea de reducir el daño. Las empresas se jactan de usar materiales reciclados o de reducir sus emisiones de carbono, pero a menudo lo hacen para cumplir con regulaciones o mejorar su reputación, sin un verdadero compromiso a largo plazo. La economía regenerativa desafía esta superficialidad, al proponer dejar de hacer daño al planeta y reparar los daños existentes, y es que se necesita un cambio radical que no se conforme con mantener el status quo.
Además, los consumidores cada vez más se inclinan hacia la economía regenerativa. Casi un 80% prefiere las marcas regenerativas a las sostenibles, ya que consideran que la sostenibilidad es “demasiado pasiva”, de acuerdo con una encuesta realizada por ReGenFriends, lo que demuestra que no solo el planeta pide la regeneración, sino también los consumidores.
Agricultura regenerativa: curar la tierra, no solo explotarla
Uno de los campos donde la regeneración ha ganado mayor tracción es en la agricultura. Esta constituye la base de nuestros sistemas alimentarios, además de que es la mayor intervención humana en ecosistemas naturales, según lo explica un estudio titulado “How can you put regeneration at the heart of creating value?”, el cual hace un análisis sobre cómo las empresas pueden migrar de la sostenibilidad a un enfoque regenerativo.
En lugar de una agricultura extractiva, que degrada la tierra año tras año, los agricultores regenerativos están restaurando ecosistemas y creando terrenos más fértiles y resilientes al mejorar activamente la salud del suelo, secuestrar carbono atmosférico y aumentar la biodiversidad. Con lo que además, pueden aumentar en 120% su rentabilidad.
Organizaciones como Kiss the Ground han popularizado estas prácticas, mostrando cómo la agricultura puede pasar de ser una de las mayores fuentes de emisiones de carbono, a convertirse en una solución para el cambio climático. Esta organización se ha convertido en un referente en la promoción de la agricultura regenerativa y en la salud del suelo, e incluso tiene un documental que desde 2020 puede verse en Netflix, en el cual se muestran prácticas agrícolas que mejoran la salud del suelo, como el uso de cultivos de cobertura, la reducción del arado y el compostaje.
Pero este tipo de enfoque de economía regenerativa no solo es aplicable a la agricultura, sino a cualquier sistema que interactúe con el medio ambiente o la sociedad, como por ejemplo, la arquitectura, en cuyo campo ha surgido la arquitectura regenerativa, la cual propone la construcción de ciudades cuyos edificios generen más energía de la que consumen, restauren ecosistemas locales y sirvan como catalizadores de una mejor calidad de vida para todos. En este tipo de visión, los espacios urbanos dejan de ser áreas de contaminación y estrés, y se transforman en centros de regeneración para el planeta y sus ciudadanos.
El rol de las empresas en la economía regenerativa
Muchas empresas hoy en día promocionan su «sostenibilidad» como un valor de marketing, pero las que realmente marcarán la diferencia serán aquellas que adopten la regeneración como núcleo de su modelo de negocio. En lugar de simplemente reducir su huella de carbono, las empresas regenerativas buscan maneras de devolver más de lo que toman: ya sea restaurando tierras dañadas, invirtiendo en comunidades locales o diseñando productos que no solo minimicen los residuos, sino que sean regenerativos en sí mismos.
Un ejemplo de ello es Patagonia, una marca especializada en producción de ropa y equipamiento para actividades al aire libre, la cual es reconocida a nivel mundial por su compromiso con el medio ambiente, no solo al fabricar productos funcionales y respetuosos con el ambiente, sino también al apoyar directamente actividades como la agricultura regenerativa.
Desde 1996, la empresa se comprometió a utilizar exclusivamente algodón orgánico y desde entonces, realiza esfuerzos para apoyar a que granjeros cultiven algodón utilizando prácticas regenerativas. Pero para no dejar lugar a dudas de lo que es regenerativo, en 2017 la marca emprendió el camino hacia el establecimiento de una certificación que ayuda a garantizar un enfoque holístico de la agricultura, abarcando el bienestar animal basado en pasturas, la equidad para los agricultores y trabajadores, así como requisitos robustos para la salud del suelo y la gestión de tierras.
Hacerlo regenerativo desde el origen
El diseño de productos dentro de las organizaciones juega un papel crucial en este cambio de paradigma. Un ejemplo de esto es Interface, una empresa dedicada a la fabricación de alfombras que con su misión «Climate Take Back», se enfoca en la regeneración como una forma de revertir el calentamiento global, no solo en reducir sus efectos. La idea central de Interface es que las empresas deben contribuir activamente al equilibrio del planeta, no solo minimizando su impacto, sino revirtiendo el daño ya causado.
Una de las claves de su estrategia regenerativa es la noción de «Amar el carbono». Interface entiende el carbono no como un enemigo, sino como un recurso que puede ser capturado y reutilizado. Esta mentalidad ha dado lugar a la creación de productos como sus baldosas de moqueta negativas en carbono, que durante su fabricación secuestran más carbono del que emiten. Esto transforma el ciclo tradicional de producción al integrar procesos que benefician directamente al medio ambiente.
Otro aspecto importante de su enfoque es el proyecto «Fábrica como un bosque«, en colaboración con la consultora Biomimicry 3.8, en el que ambas organizaciones colaboraron para lograr que las fábricas de Interface imitan el comportamiento de los ecosistemas naturales. Esto significa que, al igual que un bosque, sus fábricas están diseñadas para purificar el aire, limpiar el agua y secuestrar carbono, todo mientras producen bienes. Este modelo fue diseñado para ser replicable por cualquier empresa.
Mientras que las grandes corporaciones como Patagonia y Interface están liderando el cambio hacia prácticas regenerativas, las pequeñas y medianas empresas (pymes) también pueden adoptar esta filosofía. Una de las formas más accesibles es a través del diseño circular de productos. En lugar de crear objetos que se convierten en desechos al final de su ciclo de vida, las pymes pueden diseñar productos con materiales que sean reciclables o biodegradables, asegurando que los componentes puedan ser reintegrados en el medio ambiente o reutilizados en nuevas formas.
El rol de las empresas en un futuro regenerativo no solo es vital, sino inevitable. Aquellas que elijan liderar este cambio, en lugar de simplemente seguir la corriente, no solo contribuirán a un planeta más saludable, sino que también se asegurarán su relevancia y éxito en un mundo que demanda más de sus líderes.
Las empresas pueden empezar por aquí
Pero, ¿cómo las empresas pueden migrar hacia un enfoque regenerativo? Los especialistas coinciden en que deben hacerlo adoptando un enfoque que trascienda las prácticas sostenibles tradicionales y se centre en la creación de un impacto positivo en las comunidades y ecosistemas en los que operan. Esto implica un cambio de paradigma orientado a la economía regenerativa que contemple una relación más profunda con la naturaleza, convirtiéndose en un agente de cambio en sus entornos sociales.
Un análisis titulado “The CEO imperative: How can you put regeneration at the heart of creating value?” asegura que las empresas que integren la regeneración en sus operaciones no solo contribuirán a la salud del planeta, sino que también desarrollarán una mayor resiliencia ante las crisis climáticas, sociales y tecnológicas.
La mentalidad de las empresas debe cambiar, así como también debe transformarse la manera en la que visualizan el futuro, dejando de lado el corto placismo, e involucrando a todos sus colaboradores con actores del ecosistema en el que se desenvuelven, así como con especialistas y organizaciones que puedan contribuir a realizar el cambio.
El enfoque regenerativo es el siguiente paso lógico en la evolución de nuestras relaciones con el entorno.
Si la sostenibilidad nos enseñó a reducir nuestro impacto, la regeneración nos enseña a mejorar activamente el mundo que habitamos.
Este cambio no será fácil, y requerirá una transformación en la manera en que vivimos, producimos y consumimos. Pero el resultado es un futuro en el que no solo sobrevivimos, sino que prosperamos, junto con los sistemas naturales que sustentan toda la vida en la Tierra.
La pregunta que debemos hacernos no es si el futuro será sostenible, sino si estamos listos para construir un futuro basado en la economía regenerativa. ¿Estamos dispuestos a pasar de simplemente «ser verdes» a restaurar, revivir y reimaginar el mundo que queremos dejar a las próximas generaciones?