Desde el primer destello de una idea hasta su transformación en un producto real, el camino solía ser largo y requería años de desarrollo, presupuestos astronómicos y equipos de expertos para convertir una visión en realidad.
Sin embargo, la inteligencia artificial ha cambiado las reglas del juego. Ya no es necesario ser programador, diseñador o contar con un gran capital para desarrollar un producto o servicio innovador. Hoy, cualquier persona con una idea puede convertirla en realidad, independientemente de su formación técnica o acceso a grandes recursos financieros, gracias a la inteligencia artificial generativa.
Si conoces ChatGPT o Gemini, entonces sabes de qué estamos hablando. Esta tecnología es un tipo de inteligencia artificial capaz de crear contenido nuevo a partir de datos previos, incluyendo texto, imágenes, audio, código y modelos tridimensionales. Utiliza redes neuronales avanzadas para identificar patrones en grandes volúmenes de información y generar resultados originales que simulan la creatividad humana.
Su capacidad para producir desde artículos y diseños hasta música y software ha revolucionado industrias enteras, facilitando la automatización de tareas creativas y democratizando el acceso a la innovación. Representa, quizás, uno de los cambios más profundos en el ecosistema empresarial desde la revolución de internet.
La democratización de la innovación
La inteligencia artificial generativa está desmantelando restricciones históricas al ofrecer herramientas intuitivas que permiten transformar ideas en soluciones funcionales, incluso sin conocimientos técnicos avanzados. Más del 85% de las empresas listadas en la Fortune 500 ya emplean IA para acelerar procesos creativos y el desarrollo de nuevos productos, logrando así reducir los tiempos de salida al mercado y generando ventajas competitivas.
Este auge no es casualidad. Actualmente, existe un entusiasmo generalizado por este tipo de tecnología: el 79% de los líderes empresariales anticipa una transformación sustancial en sus organizaciones en menos de tres años. Sin embargo, al igual que ha ocurrido con otras tecnologías disruptivas en el pasado, su adopción sigue un patrón predecible, en el que primero las empresas están priorizando aplicaciones prácticas y de bajo riesgo, como la eficiencia operativa y la reducción de costos (56%), que ofrecen resultados tangibles a corto plazo. Esta estrategia les permite construir experiencia y confianza antes de aventurarse en usos más estratégicos como la innovación (29%) o la obtención de nuevos insights (19%), según un estudio de Deloitte.
Aun así, los ejemplos de usos más ambiciosos ya empiezan a multiplicarse. Algunas compañías consolidadas están utilizando la inteligencia artificial generativa para optimizar radicalmente sus procesos de innovación. Mondelez International, matriz de marcas como Oreo, ha logrado reducir hasta cinco veces el tiempo necesario para lanzar nuevos snacks gracias a la integración de esta tecnología. En tan solo un periodo reciente, introdujo 70 productos innovadores al mercado, acompañados de un crecimiento del 5.4% en ventas. Lo más notable es que, ahora, equipos sin formación tecnológica pueden participar activamente en la innovación, usando inteligencia artificial generativa para simular combinaciones de sabores, predecir tendencias de consumo y optimizar formulaciones.
Pero este fenómeno no es exclusivo de las grandes corporaciones. NotCo, una empresa chilena de foodtech, ha revolucionado la industria alimentaria con la creación de productos basados en inteligencia artificial. Su algoritmo, conocido como Giuseppe, analiza la estructura molecular de alimentos tradicionales y encuentra combinaciones vegetales que replican su sabor y textura. Gracias a esta tecnología, NotCo ha desarrollado alternativas veganas de leche, mayonesa y hamburguesas, logrando expandirse a mercados internacionales y competir con grandes marcas de la industria.
Otra innovación en este sentido es la de Brightseed, una startup que utiliza inteligencia artificial para descubrir nuevos compuestos naturales con beneficios para la salud. Su plataforma de inteligencia artificial, llamada Forager, analiza miles de plantas y sus propiedades bioactivas para identificar ingredientes que pueden convertirse en suplementos o aditivos funcionales para alimentos. Esto ha permitido el desarrollo de productos naturales respaldados por ciencia avanzada, ofreciendo nuevas opciones para la industria de la nutrición y la salud.
Pero el impacto de la IA generativa se extiende también al ámbito digital y ha permitido el surgimiento de una generación de nuevos creadores. Herramientas como Jimdo Dolphin, un creador de sitios web impulsado por IA, o Buildbox, que permite diseñar videojuegos sin necesidad de programación, posibilitan a las personas diseñar sus propios productos sin la necesidad de ser especialistas. Sin ir muy lejos, Canva, con su función de diseño asistido por inteligencia artificial generativa, ha eliminado la barrera del diseño gráfico profesional, permitiendo que cualquier persona cree materiales visuales atractivos sin conocimientos previos.
Un futuro impulsado por IA generativa
Según datos de Gartner, para 2026, más del 80% de las empresas habrán utilizado API o modelos de inteligencia artificial generativa, o habrán implementado aplicaciones basadas en esta tecnología en entornos de producción, frente a menos del 5% en 2023. Esta aceleración tecnológica se traduce en oportunidades sin precedentes para innovadores de todos los niveles. En América Latina, un estudio de Microsoft reveló que las PyMEs que han adoptado IA generativa experimentaron un aumento promedio del 40% en productividad.
Sin embargo, esta transformación no está exenta de desafíos. A medida que más personas pueden crear sin necesidad de formación técnica, también se amplifican los riesgos de sesgos en los productos generados por la inteligencia artificial generativa. Modelos entrenados con datos parciales o prejuicios pueden replicar y amplificar desigualdades existentes, lo que hace fundamental que los nuevos creadores sean conscientes de la necesidad de validar sus ideas con datos diversos y enfoques éticos. Esta es una herramienta poderosa, pero su efectividad depende del criterio y la responsabilidad de quienes la utilizan.
Este reequilibrio en la capacidad de innovación está transformando profundamente el panorama competitivo. Cada vez más, nuevos actores con ideas frescas pero recursos limitados tienen la posibilidad de desafiar a empresas de mayor tamaño, demostrando que la inteligencia artificial no solo optimiza negocios, sino que también redefine quién puede liderar la innovación en el mercado.
Ética y creatividad en la era de la automatización
Si bien la inteligencia artificial generativa ha reducido las barreras para la creación, también ha abierto debates fundamentales sobre el papel de la creatividad humana y los límites éticos de su uso. La facilidad con la que se pueden generar contenidos, diseños o productos plantea la pregunta: ¿estamos utilizando la IA como un punto de partida para la innovación genuina o como un sustituto de la originalidad?
Karim Lakhani, un profesor de Harvard Business School que se ha especializado en cómo la inteligencia artificial generativa está transformando el mundo de los negocios, asegura que esta tecnología no reemplazará a los seres humanos ni a su creatividad, sino que está diseñada para potenciar sus capacidades y la manera en la que trabajan.
“La diferencia clave no será entre humanos y máquinas, sino entre quienes saben utilizar la IA y quienes no en sus procesos diarios”, asegura. En otras palabras, estas herramientas sirven como una extensión de la creatividad humana, no como un atajo que elimine la necesidad de criterio o experiencia.
Un estudio reciente de la Wharton School, liderado por el profesor de marketing Stefano Puntoni y su equipo, sugiere que, en muchos casos, los consumidores prefieren productos y servicios que involucren trabajo humano en lugar de aquellos desarrollados exclusivamente por robots o inteligencia artificial. Es decir que este «toque humano» se está convirtiendo paradójicamente en un diferenciador crítico en un mercado saturado de soluciones generadas por algoritmos.
Riesgos y dilemas éticos
A medida que la inteligencia artificial generativa se consolida como una herramienta clave en la creación de productos y servicios, también emergen riesgos importantes que los empresarios no pueden ignorar.
La facilidad con la que hoy se pueden generar ideas, diseños o prototipos con ayuda de algoritmos puede llevar a una falsa sensación de seguridad, dejando de lado la supervisión crítica necesaria para un desarrollo ético y sostenible. El uso indiscriminado de esta tecnología, sin las salvaguardas adecuadas, abre la puerta a sesgos, violaciones a la privacidad, plagios o fraudes, señala una investigación de Mckinsey.
Uno de los principales desafíos son los sesgos algorítmicos. Los sistemas aprenden de los datos con los que se les entrena, y si esos datos contienen prejuicios —ya sea de género, raza, clase o cualquier otro tipo—, los resultados generados pueden perpetuar e incluso amplificar esas desigualdades. Un estudio de Georgia Tech encontró que autos manejados por inteligencia artificial conducían peor cuando detectaban personas de piel oscura, lo que ponía a los peatones de este grupo poblacional en mayor riesgo, representando esto un sesgo significativo –aunque no intencionado– en el diseño de este producto que no solo compromete la equidad, sino también la reputación y credibilidad de las marcas. Además, la capacidad de generar soluciones a gran escala en minutos puede dar lugar a una avalancha de productos mediocres si no existe un control de calidad riguroso.
Ante este panorama también surgen dilemas legales: ¿quién es el autor de una creación asistida por IA? ¿El algoritmo, el usuario o la empresa? La falta de políticas claras sobre propiedad intelectual genera incertidumbre y posibles conflictos.
En México, por ejemplo, el marco legal de derechos de autor aún no ha sido adaptado a la inteligencia artificial generativa, lo que genera incertidumbre en cuanto a la propiedad del contenido generado por inteligencia artificial generativa. Las obras generadas exclusivamente por IA no están protegidas por derechos de autor, pero las obras creadas con la ayuda de la IA, donde haya un componente creativo humano, sí pueden estar protegidas. Por ello, las empresas y creadores deben tener cuidado con el uso de datos con derechos de autor en el entrenamiento de IA para evitar posibles infracciones. Este es un tema que sigue evolucionando, por lo que es importante estar al tanto de las actualizaciones legales para asegurar el cumplimiento de las normativas actuales.
Finalmente, el impacto en el empleo es innegable. Aunque la inteligencia artificial promete crear nuevas oportunidades laborales, también transformará o eliminará millones de puestos. La clave estará en cómo las organizaciones gestionan esta transición e invierten en capacitar a sus equipos para colaborar con la tecnología.
Cómo usar la inteligencia artificial generativa de manera ética
Entre las implicaciones éticas también se encuentra decidir hasta qué punto se le permite actuar sola. Aunque las tecnologías evolucionan a gran velocidad, el criterio humano sigue siendo insustituible. Incluso Tesla, a pesar de tener 95% de la línea de producción automatizada, mantiene equipos de personas revisando que esto se lleve a cabo correctamente.
En medio de todo esto, las empresas también enfrentan la tentación de automatizar cada paso posible. Pero automatizar no es lo mismo que innovar. Pixar, por ejemplo, ha integrado inteligencia artificial en sus procesos de animación para facilitar tareas técnicas, pero ha mantenido el corazón de su narrativa en manos humanas. Pete Docter, director creativo de Pixar Animation Studios, asegura que si bien la inteligencia artificial es un transformador de las reglas del juego, solo puede ser parte del proceso creativo porque por sí sola no es capaz de crear nada nuevo.
Además, trabajar con inteligencia artificial generativa no es una tarea que se termine al implementar un sistema. Los algoritmos evolucionan. Pueden aprender cosas nuevas, pero también pueden desviarse. Empresas como Netflix han entendido esto y contratan expertos independientes que conocen su contenido a fondo (muchos trabajan en la industria cinematográfica) para etiquetar manualmente cada película o serie con microcategorías extremadamente específicas (como «película romántica discreta de viaje por carretera»). Solo combinando esta información humana con los datos de comportamiento, los algoritmos de Netflix pueden agrupar a los espectadores en clusters homogéneos —personas que tienden a disfrutar del mismo género, tono o estilo de contenido— y hacer las sugerencias correspondientes.
Para estar preparados y aprovechar las ventajas de esta tecnología, las empresas deben comenzar a explorar cómo integrar la IA generativa en sus procesos clave. Esto no solo significa adoptar nuevas herramientas, sino también crear una cultura organizacional orientada hacia la innovación continua. Invertir en la formación de equipos, actualizar las infraestructuras tecnológicas y tener en cuenta los aspectos éticos de su implementación son pasos fundamentales para estar al frente de este cambio.
A medida que la inteligencia artificial sigue evolucionando, las compañías que logren adaptarse de manera proactiva y estratégica serán las que puedan liderar en un mercado cada vez más competitivo y tecnológicamente avanzado.