En 2006, Nokia era la reina indiscutible de la telefonía móvil. Sus dispositivos eran sinónimo de calidad, su tecnología dominaba el mercado y su marca parecía intocable.
Incluso cuando surgieron los primeros teléfonos con pantallas táctiles y sistemas operativos más versátiles, los ejecutivos de Nokia descartaron la idea de que los consumidores estuvieran dispuestos a abandonar sus tradicionales teclados físicos. Cuando el iPhone irrumpió en el mercado en 2007, la compañía minimizó su impacto y tardó demasiado en reaccionar, a pesar de que varios de sus colaboradores vieron la amenaza que implicaba.
¿Qué es lo que pasó con esta empresa que en su tiempo fue exitosa, llena de recursos y talento, pero que se volvió miope ante los cambios del mercado?
Se le atravesó un punto ciego en su visión de la industria, el cual le impidió salir de su zona de confort en la que dominaba el mercado y ver la ruptura de paradigma que representaba la desaparición de los teclados físicos y la llegada de las pantallas táctiles.
Los puntos ciegos en la innovación ocurren cuando una persona, equipo o empresa no logra ver oportunidades o amenazas debido a sesgos, falta de información o resistencia al cambio. Phil McKinney, un especialista con larga carrera en el mundo corporativo y autor del libro “Beyond The Obvious”, explica que estos puntos ciegos no surgen por azar, sino que son producto de una serie de factores que nublan la capacidad de adaptación.
En el caso de Nokia, la cultura corporativa estaba construida sobre la seguridad de su liderazgo de mercado, lo que generó una resistencia que derivó en miedo a cualquier idea que desafiara su modelo de negocio, según encontró un estudio realizado por Timo Vuori, profesor asistente de gestión estratégica en la Universidad Aalto de Finlandia, y Quy Huy, profesor de gestión estratégica en INSEAD en Singapur. Ellos estudiaron las experiencias gerenciales que llevaron a esta compañía al fracaso y encontraron que la empresa estaba atrapada en su propia visión del éxito y no pudo imaginar un futuro en el que los teléfonos fueran algo más que dispositivos robustos con buenos teclados.
Innovar implica riesgo, pero muchas organizaciones prefieren la estabilidad de lo conocido. Nokia es un ejemplo clásico, pero hay otros más contemporáneos como el caso de Peloton, una empresa de bicicletas estáticas que cuando llegó la pandemia vivió un crecimiento explosivo, pero que apostó a que la alta demanda de sus bicicletas estáticas se mantendría en el tiempo.
Confiada en ese éxito, expandió su producción e invirtió millones en nuevas fábricas, sin prever que la reapertura de los gimnasios reduciría drásticamente su mercado. Cuando la demanda cayó, la empresa quedó atrapada con un exceso de inventario y problemas financieros. Su error no fue tecnológico ni de producto, sino una incapacidad para reconocer que el entorno estaba cambiando.
«Incluso las estrellas más brillantes alguna vez se perdieron en el cosmos, así como las mayores innovaciones alguna vez fueron invisibles en los puntos ciegos de los faltos de imaginación”, señala Phil McKinney, reafirmando que la verdadera disrupción radica en saber identificar lo que se ha pasado por alto, en lugar de aferrarse a lo conocido y cómodo.
En muchas ocasiones, estos puntos ciegos en la innovación están provocados por los sesgos cognitivos, estos estructuras internas que utilizamos para entender y dar sentido al mundo que nos rodea, y que nos ayudan a organizar la información, predecir resultados y tomar decisiones. En estos casos, el sesgo de confirmación fue una trampa, que hizo que tanto Nokia como Peloton ignoraran las señales de cambio porque simplemente no encajaban con su visión del mercado.
Así funciona este sesgo, solo considera relevante la información que reafirma nuestras creencias y descarta lo que las contradice.
Los múltiples ángulos de los puntos ciegos en la innovación
Si los puntos ciegos pueden influir en la toma de decisiones dentro de una empresa, también pueden distorsionar la forma en que se eligen, financian y desarrollan nuevas ideas en el mercado.
Ross Baird, un inversionista y autor del libro The Innovation Blind Spot, amplía esta idea al analizar cómo estos no solo limitan la evolución de compañías establecidas, sino que también afectan la manera en que los inversionistas y líderes empresariales deciden qué proyectos tienen potencial y cuáles quedan relegados. Él identifica tres grandes áreas donde estos puntos ciegos impiden el surgimiento de soluciones innovadoras: el cómo, el dónde y el por qué de la inversión en innovación.
El primer punto ciego es el cómo se eligen las ideas a desarrollar. Muchas veces, las empresas e inversionistas evalúan los proyectos con métricas tradicionales que favorecen lo ya establecido y descartan ideas disruptivas que no encajan en esos parámetros. Esto significa que muchas innovaciones no fracasan porque sean malas ideas, sino porque no cumplen con las expectativas de quienes tienen el poder de financiarlas.
Un ejemplo claro de este sesgo es el caso de Airbnb. Cuando la plataforma fue presentada a inversionistas en sus inicios, muchos la descartaron porque no encajaba en los criterios tradicionales de evaluación: no tenía un historial sólido de ingresos, su modelo de negocio parecía arriesgado y se creía que los hoteles dominaban el mercado de hospedaje. Sin embargo, el tiempo demostró que la idea no solo era viable, sino revolucionaria; la startup logró cambiar por completo la industria de la hospitalidad.
El segundo punto ciego es el dónde se invierte. Baird explica que la mayoría del capital para innovación se concentra en ciertas industrias y regiones, mientras que otras, a pesar de su potencial, quedan desatendidas, lo que limita el desarrollo de soluciones para problemas reales en comunidades menos representadas. En este sentido, es muy significativo el ejemplo de la industria fintech, la cual desde hace varios años se mantiene como una de las categorías más importantes para la inversión de capital de riesgo, a pesar de que otras industrias como la del agua tienen más importancia debido a la crisis hídrica en el planeta. Según Dealroom.co, aunque en 2024 cayó al tercer lugar y experimentó una ligera disminución respecto a 2023, su nivel de inversión sigue siendo casi tres veces superior al registrado hace una década.
El tercer punto ciego es el por qué se invierte. El autor explica que muchas organizaciones ven la rentabilidad y el impacto social como fuerzas opuestas, cuando en realidad pueden complementarse, lo que impide que se desarrollen innovaciones que, además de ser financieramente viables, puedan generar beneficios a largo plazo para la sociedad. Un ejemplo de esta dicotomía es el sector farmacéutico, en el que existe «la brecha 10/90«, lo que significa que apenas 10% de los recursos globales para la investigación en salud se destinan a los problemas que afectan a 90% de la población mundial.
Evitar los puntos ciegos en la innovación requiere curiosidad, disposición al riesgo y apertura al cambio. Las empresas y personas que desafían sus propias creencias, que se rodean de perspectivas diversas y que están dispuestas a cuestionar lo establecido tienen mayores posibilidades de detectar lo que otros no ven.
Cómo identificar y evitar los puntos ciegos en la innovación
Los puntos ciegos en la innovación pueden parecer invisibles hasta que ya es demasiado tarde. Sin embargo, hay estrategias que empresarios y líderes pueden adoptar para detectarlos y minimizar su impacto antes de que frenen el crecimiento de sus organizaciones.
Uno de los principales motivos por los que las empresas caen en estos puntos ciegos es porque operan bajo supuestos que alguna vez fueron ciertos, pero que ya no se sostienen. Nokia creía que los consumidores nunca abandonarían los teclados físicos, mientras que Kodak asumía que la fotografía digital nunca superaría a la analógica. Para evitar estos errores, las empresas deben cuestionar constantemente sus creencias clave sobre el mercado, los clientes y la tecnología. Una pregunta útil es: ¿qué creemos que es imposible hoy, pero que podría cambiar en los próximos cinco años?
Pero desafiar las propias suposiciones no es suficiente. Las organizaciones también deben diversificar la toma de decisiones incorporando perspectivas de distintas disciplinas, edades, culturas y experiencias. Un estudio de Cloverpop encontró que los equipos diversos toman mejores decisiones el 87% de las veces. Incluir diferentes puntos de vista ayuda a detectar oportunidades que, de otro modo, pasarían desapercibidas.
Además, las empresas que evitan los puntos ciegos no esperan a que la innovación llegue por sorpresa sino que la buscan activamente. Google, por ejemplo, permite a sus empleados dedicar 20% de su tiempo a proyectos experimentales, mientras que muchas compañías han implementado laboratorios de innovación o alianzas con startups para mantenerse al día con nuevas tendencias. Tener procesos estructurados para probar ideas, incluso aquellas que parecen arriesgadas, permite descubrir oportunidades antes de que el mercado las imponga.
Es importante decir que muchas disrupciones provienen de cambios en el comportamiento de los consumidores así que las compañías necesitan dedicar tiempo a entender cómo evolucionan los hábitos de los clientes, ya que esto puede revelar oportunidades clave antes de que la competencia las aproveche.
Todas estas recomendaciones no estarían completas sin la necesidad de una evaluación constante, tanto de lo que se está financiando, como del por qué y dónde, ya que esto ayuda a identificar oportunidades subestimadas. Preguntas como: ¿estamos ignorando soluciones porque no encajan en nuestras métricas tradicionales? o ¿estamos invirtiendo solo en lo familiar en lugar de explorar nuevas industrias y modelos? pueden marcar la diferencia entre liderar el futuro o quedar atrapado en el pasado.
Inteligencia artificial, innovación limitada por los datos
Si los puntos ciegos de la innovación nacen principalmente de sesgos humanos, la inteligencia artificial no es inmune a este problema. De hecho, la IA amplifica estos sesgos cuando se alimenta de datos incompletos o parciales, reforzando patrones que perpetúan visiones limitadas del mundo.
Un caso es el reconocimiento facial. Estudios como el realizado por la científica informática Joy Buolamwini, han demostrado que muchos de estos sistemas tienen tasas de error significativamente más altas al identificar personas de piel oscura o mujeres, en comparación con hombres blancos. ¿La razón? La mayoría de los datos utilizados para entrenar estos algoritmos provienen de imágenes de personas blancas, lo que crea un punto ciego en la tecnología.
Buolamwini, en su libro “Unmasking AI: My Mission to Protect What Is Human in a World of Machines”, cuenta el ejemplo de Amazon, que creó un algoritmo para filtrar curricula, para luego darse cuenta de que, como este había sido entrenado con base en las decisiones previas de los responsables de la toma de decisiones –y estas habían sido tomadas privilegiando la currícula masculina–, descartaba currículums que contenían la palabra «mujeres» o universidades asociadas con mujeres.
Para que la IA realmente sea una herramienta de cambio, las empresas deben desafiar sus propios puntos ciegos y asegurarse de que los datos con los que entrenan sus modelos sean representativos y libres de prejuicios históricos.
¿Estás evitando los puntos ciegos en la innovación?
¿Y si tu mayor obstáculo para innovar no es la falta de ideas, sino lo que no ves? Los puntos ciegos están en todas partes: en nuestras certezas, en las métricas que elegimos, en los modelos que copiamos sin cuestionar, ya que innovar también es aprender a ver lo que hemos pasado por alto.
Antes de lanzarte a la próxima gran idea, pregúntate qué suposiciones estás dando por sentadas, si estás midiendo lo que realmente importa o solo lo que es fácil de medir, cómo estás desafiando tus propias suposiciones antes de lanzar algo nuevo y quién está fuera de la conversación que podría aportar una perspectiva clave. Quizá en eso que aún no has aprendido a ver esté la siguiente innovación para tu negocio.