En el agitado mundo de la atención médica, el descanso adecuado no es un lujo, sino una necesidad imperativa. Los profesionales de la salud, desde médicos hasta enfermeras, se encuentran constantemente bajo una presión intensa: largas horas, decisiones difíciles y una constante exposición al sufrimiento humano.
Esta combinación puede llevar a un fenómeno conocido como burnout, un estado de agotamiento físico y mental que puede minar la capacidad de proporcionar atención de calidad y afectar profundamente la salud y el bienestar del profesional.
En México, el burnout entre personal de la salud ha sido un problema constante que se incrementó durante la pandemia, en áreas principalmente como cuidados intensivos, con un 51% de prevalencia. En cuanto a la salud mental, el 20% de los médicos reportó experimentar depresión leve, muchos de los cuales atribuyen esta condición al burnout, y el 13% de los participantes aseguró haber tenido ideas suicidas, todo esto de acuerdo con un estudio sobre este padecimiento.
Es en este contexto que la historia de Rodrigo Llanos, médico y educador en la Universidad del Valle de México, cobra un profundo significado. Al observar a sus alumnos de ciencias de la salud descansando en el suelo entre clases, Rodrigo se vio confrontado con la cruda realidad del agotamiento estudiantil.
El profesor comenzó a cuestionarse sobre cómo llegarían estos estudiantes a ejercer la profesión médica, si todavía eran jóvenes, no ejercían la carrera y ya estaban agotados.
La alta demanda de estudiantes y las extensas horas de clase generan una escasez de espacios recreativos para los estudiantes, y esta situación provoca niveles de estrés elevados y afecta su desempeño académico, lo que conduce a problemas de salud mental, como ansiedad, depresión y fatiga física.
¿Por qué, se preguntó, estos jóvenes que se preparan para cuidar de otros no tienen un lugar adecuado para descansar, recargar energías y cuidarse a sí mismos?
Este simple cuestionamiento fue el punto de partida para lo que eventualmente se convertiría en este proyecto.
Reuniendo a un grupo de estudiantes de nutrición, Rodrigo se propuso abordar este problema de raíz y proporcionar un espacio dedicado para descansar y relajarse entre clases. Lo que comenzó como una preocupación personal pronto se transformó en una misión compartida: mejorar el bienestar de la comunidad estudiantil y promover una cultura de autocuidado y apoyo mutuo.
Un descanso adecuado no solo promueve el desarrollo físico y neurobiológico, sino que también facilita el proceso de aprendizaje académico y la consolidación de la memoria. Por otro lado, la falta de descanso conduce a una disminución en la capacidad de atención y en el rendimiento académico en general, como lo demuestran diversos estudios. Y esto, Rodrigo lo sabía.
Con el apoyo y la colaboración de sus alumnos, Rodrigo comenzó a diseñar soluciones prácticas y sostenibles. Se organizaron reuniones, se llevaron a cabo encuestas y se exploraron opciones para convertir la visión en realidad.
Las encuestas realizadas por el equipo arrojaron que existe un alto nivel de estrés entre los estudiantes de ciencias de la salud en la Universidad del Valle de México, campus Lomas Verdes. Ellos se sienten exhaustos justo después de las clases, lo que les dificulta concentrarse en la siguiente clase y afecta su rendimiento académico, además de que los pone en riesgo de sufrir depresión y ansiedad en el largo plazo.
La mayoría de los estudiantes están de acuerdo en que la creación de aulas recreativas para su descanso reduciría significativamente su nivel de estrés durante su estancia en la Universidad del Valle de México, así que con este incentivo, la iniciativa fue tomando forma.
A medida que el proyecto se desarrollaba, surgieron desafíos y obstáculos, desde cuestiones administrativas hasta cambios en la dirección de la universidad. Sin embargo, Rodrigo y su equipo se mantuvieron firmes en su compromiso y hoy, aunque el proyecto aún no ha sido completamente implementado, ya ha generado un impacto significativo en la comunidad estudiantil.
Mientras la concreción de estas aulas recreativas avanza en la escalera burocrática, se han establecido soluciones temporales, como el uso de las cámaras de Gesell del hospital simulando como áreas de descanso, mientras se continúa trabajando para asegurar una solución permanente y efectiva. Más allá de los resultados tangibles, el proyecto ha fortalecido el sentido de comunidad y solidaridad entre los estudiantes.
“Quería agradecerle mucho a iLab por todas las herramientas que nos brindaron. Sin duda, nos permitieron estructurar y llevar a cabo un proyecto que puede tener un gran impacto en la sociedad. Es un camino que deseábamos recorrer y agradezco enormemente todo su apoyo. Aunque hubo momentos estresantes con mucho trabajo, siempre avancé para lograr nuestros objetivos, que son lo más importante”, asegura el profesor.
En un mundo donde el agotamiento y el estrés son demasiado comunes, el compromiso de este profesor con el bienestar de sus alumnos es evidencia de que incluso los pequeños actos pueden tener un impacto en la comunidad.
Este proyecto forma parte de la iniciativa «Maestros que dejan huella», impulsada por iLab, una consultora de innovación. Su meta es capacitar a los profesores como impulsores de cambio, motivándolos a fomentar en sus estudiantes una mentalidad atenta al entorno y dispuesta a resolver sus desafíos sociales. La idea es que estos alumnos se conviertan en defensores activos de soluciones con impacto positivo en la comunidad, siempre con el respaldo de recursos dedicados a la innovación y el bienestar social.