Tejiendo el futuro: ¿cómo pueden las universidades, empresas y sociedad civil reconstruir el tejido social, generar desarrollo social y detonar la productividad en un país como México?

Aulas convertidas en laboratorios sociales, empresas que van más allá de los negocios, y comunidades que lideran el cambio. Si queremos prosperar, hoy se necesita la suma de todos.

Mariana F. Maldonado

Periodista especializada en innovación.
Oct 10, 2024

En un México donde los problemas económicos y sociales son persistentes, hay tres actores que podrían marcar una diferencia real: las universidades, las empresas y la sociedad civil. Estos sectores tienen los recursos y la capacidad para unirse y transformar el tejido social y económico del país, pero solo van a concretarlo si logran una cosa: trabajar en conjunto. 

Para que este cambio sea posible, es esencial que universidades, empresas y sociedad civil colaboren de manera efectiva. Al combinar sus fortalezas —el conocimiento y la innovación por parte de las universidades, los recursos y la capacidad de ejecución de las empresas, y el poder de movilización de la sociedad civil—, se puede crear un ecosistema que impulse tanto el desarrollo económico como el bienestar social.

Las universidades no solo son centros de formación académica, sino también motores de innovación y creación de conocimiento. Tienen el poder de generar soluciones a problemas sociales y económicos a través de la investigación y,  en una frase, “se deben a la sociedad”, asegura Sara Ladrón de Guevara, ex rectora de la Universidad Veracruzana y miembro del consejo de iLab.

No es solo cuestión de formar profesionales, es cuestión de impactar comunidades.

El compromiso va más allá de lo académico. Raúl Caraballo, vicepresidente académico de la UVM, enfatiza que las universidades pueden ser un «oasis para el tejido social», y que deben acercarse a las comunidades con proyectos que impulsen el desarrollo local. Estas instituciones, al trabajar junto con empresas a través de incubadoras y programas sociales, tienen el potencial de transferir conocimiento y tecnología que el país necesita para avanzar de manera sostenible.

A través de programas de vinculación, incubadoras de empresas y proyectos de impacto social, pueden trabajar de la mano con las empresas para transferir conocimientos y tecnología que mejoren la productividad y competitividad del país. Esto no solo es deseable, sino necesario para lograr un crecimiento sostenible y equitativo.

 

La importancia de la iniciativa privada en el progreso

Las empresas no solo deben generar beneficios económicos; hoy en día, también tienen una responsabilidad social que no puede ser ignorada. Griselda Barreda, periodista y socia fundadora de Be Good, lo explica bien: «Las empresas son ciudadanos corporativos. Tienen obligaciones y responsabilidades con las sociedades en las que operan».

Esto significa que la responsabilidad social ya no es solo un gesto simbólico, sino una expectativa real. No se trata solo de devolver algo a la comunidad, sino de regenerar y evitar tomar más de lo que corresponde. Las empresas deben actuar como actores sociales responsables, contribuyendo de manera activa a solucionar problemas sociales y ambientales. Solucionar los problemas globales, más que un favor a la sociedad, es una “obligación empresarial”, asegura la comunicadora.

Un ejemplo que aspira a ello es Walmart México y Centroamérica, que ha integrado la sostenibilidad en su modelo de negocio. Ksenia Portnova, subdirectora de sustentabilidad, menciona que para ser sustentables, las iniciativas deben tener componentes ambientales, sociales y económicos, y en este sentido, Walmart ha adoptado prácticas como el uso de energías renovables y el fomento de la economía circular, beneficiando tanto a la empresa como a las comunidades locales.

Este tipo de estrategias demuestra que para tener éxito hoy en día, las empresas deben incorporar la responsabilidad social en el corazón de su estrategia. Como lo señala Ksenia, ser buenos vecinos y responsables es clave para el éxito empresarial y el bienestar de las comunidades.

 

La responsabilidad social en el corazón de las organizaciones

Pero para que esta visión realmente se materialice en aquellas empresas que todavía no han avanzado en esta dirección, la responsabilidad social debe ser integrada en el modelo de negocio de las empresas, no como un esfuerzo aislado, sino como parte esencial de su estructura. Esto no solo las convierte en actores sociales responsables, sino también en líderes en un entorno más consciente de su impacto. 

Jeroen Posma, CEO de Mexico Business, afirma que «cualquier modelo de negocio sin impacto social pierde su sentido», y destaca que los empresarios más motivados son aquellos que buscan generar tanto valor económico como social. 

Además, recalca la importancia de que las empresas dejen de enfocarse solo en productos y servicios, y empiecen a considerar las necesidades de las comunidades donde operan, lo que a largo plazo no solo beneficiará a la sociedad, sino que también creará un escenario de beneficio mutuo. 

Con estrategias como estas, las empresas pueden convertirse en agentes de cambio social, contribuyendo tanto al desarrollo económico como a la regeneración del tejido productivo en México.

 

La sociedad civil también tiene su propia responsabilidad

Por su parte, el papel de la sociedad civil y las comunidades locales es crucial para reconstruir el tejido social y detonar el desarrollo económico y la productividad en sus propios territorios. A diferencia de las grandes empresas, las comunidades poseen una cercanía directa con las necesidades y problemáticas locales, lo que les permite generar soluciones inclusivas y sostenibles que pueden impactar de manera significativa.

Las iniciativas que emergen de estas bases suelen estar más alineadas con las realidades sociales y culturales de los territorios, lo que les confiere un potencial transformador único.

La sociedad civil tiene la capacidad de convertirse en un motor de cambio, actuando como puente entre las comunidades y otros actores clave como las empresas y los gobiernos. Esta sinergia es vital para lograr un impacto duradero. Las organizaciones de la sociedad civil, fundaciones y colectivos no solo visibilizan las necesidades locales, sino que también canalizan los recursos y conocimientos necesarios para abordarlas de manera efectiva. 

Facundo Enrique Pacheco Rojas, Director General de la Fundación de la Universidad Veracruzana, asegura que las organizaciones deben actuar como un «pegamento» para unir las necesidades del mercado social con las causas sociales, y profesionalizar su actuar es esencial para que no se limiten a ser reactivas, sino que operen de forma estratégica y sostenible a largo plazo.

 

Trabajar de manera conjunta para lograr un verdadero cambio  

Pero para que se logre la reactivación del tejido social y el desarrollo económico en México, es esencial que universidades, empresas y sociedad civil trabajen de manera conjunta y coordinada. 

Esto no solo es deseable, sino fundamental para lograr un cambio significativo en el tejido social y económico de México. Esta sinergia tripartita puede manifestarse en proyectos concretos que combinen la investigación académica, los recursos empresariales y el conocimiento local de las comunidades. Por ejemplo, programas de incubación de empresas sociales, respaldados por mentores del sector privado y enfocados en resolver problemas identificados por organizaciones comunitarias, pueden ser un poderoso motor de innovación y desarrollo local.

Para facilitar estas colaboraciones, es crucial establecer mecanismos de vinculación efectivos. Las universidades pueden crear oficinas de transferencia tecnológica que no solo conecten con el sector empresarial, sino que también incluyan a representantes de la sociedad civil en sus consejos asesores. 

Por su parte, el sector empresarial puede implementar programas de voluntariado corporativo que involucren a sus colaboradores en proyectos comunitarios diseñados en conjunto con universidades y organizaciones locales. Estas iniciativas no solo fortalecen el tejido social, sino que también promueven la innovación y el aprendizaje mutuo entre los sectores.

Del lado de la comunidad y la sociedad civil, es fundamental fomentar la participación activa y la autogestión en los proyectos que afectan su entorno. Las organizaciones civiles pueden servir como enlaces entre las universidades, las empresas y los ciudadanos, promoviendo diálogos participativos y asegurando que las necesidades locales sean incluidas en la agenda de desarrollo. 

Además, la colaboración con estas instituciones puede brindar acceso a recursos, capacitación y tecnología que empoderen a las comunidades para generar soluciones sostenibles a sus problemas, fortaleciendo así el tejido social desde la base.

Sin embargo, es importante reconocer que estas colaboraciones no están exentas de desafíos. Las diferencias en objetivos, tiempos y métodos de trabajo entre los tres sectores pueden generar fricciones. Para superar estos obstáculos, es fundamental establecer desde el principio objetivos claros y compartidos, así como protocolos de comunicación y toma de decisiones que respeten las particularidades de cada sector. La creación de espacios de diálogo regulares, como foros intersectoriales o laboratorios de innovación social, puede ayudar a construir un lenguaje común y fomentar la confianza entre los actores involucrados.

La innovación social surge como un resultado natural de estas colaboraciones intersectoriales. Al combinar el rigor académico, la eficiencia empresarial y el conocimiento local, se pueden generar soluciones creativas y efectivas a problemas sociales complejos. Estas innovaciones pueden variar desde nuevas tecnologías adaptadas a las necesidades locales hasta modelos de negocio inclusivos que generen valor económico y social simultáneamente.

El camino hacia un México más próspero y equitativo no es lineal, sino una red intrincada de colaboraciones y esfuerzos conjuntos. La alianza entre universidades, empresas y sociedad civil no es solo una opción, sino una necesidad imperativa en un mundo cada vez más interconectado y con una realidad tan compleja como la que vive México.

Imaginemos ciudades donde los estudiantes universitarios desarrollen soluciones tecnológicas para problemas urbanos, en colaboración con empresas locales y organizaciones comunitarias. O comunidades rurales donde el conocimiento ancestral se combine con la investigación académica y el respaldo empresarial para crear modelos sostenibles de vida y comercio justo.

 

Un programa social que une  

Partiendo de este conocimiento, en iLab nos dimos a la tarea de trabajar con un personaje social clave: el profesor. Lo consideramos esencial en este escenario porque tiene el poder no solo de transferir el conocimiento necesario para generar mejores condiciones en su comunidad, sino de dirigir y fomentar una agenda social entre los estudiantes. Así que decidimos convertir el aula en un laboratorio social, donde se pudieran diseñar propuestas innovadoras basadas en la colaboración con la comunidad, a partir de lo que surgiera en el salón de clases. 

De esta manera nació “Maestros que dejan huella”, un programa en el que se les impartió a los 27 profesores seleccionados, sesiones de entrenamiento y asesoramiento en las que se mentoreó las iniciativas surgidas, acompañando a los profesores para dar forma a 29 proyectos altamente innovadores, surgidos con el objetivo de generar un alto impacto en la comunidad en la que estarían inmersos. 

Como sabemos la importancia de la colaboración tripartita entre sociedad civil, academia y empresas, nos acercamos a aquellos actores que podrían ayudarnos a potenciar el impacto, tal como fue Banco Azteca, quien patrocinó los premios de la primera edición de “Maestros que dejan huella”, en la que se premiaron a los tres proyectos más innovadores desarrollados en el país, o la UNESCO, cuyos representantes participan como observadores, mentores y facilitadores de una red de networking para los profesores. 

Los tres proyectos ganadores, Kostik, Moorlight y C-Waste, cada uno en su área de acción, demostraron su potencial para transformar las comunidades en las que están insertos, y solo representan un botón de muestra de lo que este programa en su totalidad demostró: que sí es posible reactivar el tejido social y detonar el desarrollo económico y la productividad en las comunidades mediante esfuerzos focalizados, que aborden los problemas como sistemas y desarrollen soluciones que aprovechen al máximo los conocimientos, experiencias y recursos locales. 

Actualmente, la segunda generación de profesores se encuentra en curso. Si quieres conocer más sobre “Maestros que dejan huella”, da clic aquí

El verdadero poder de la sinergia radica en su capacidad para desencadenar un efecto multiplicador. Cada proyecto exitoso, cada problema resuelto, cada vida mejorada se convierte en una esperanza y un modelo a replicar. «Maestros que dejan huella» es solo el comienzo, un prototipo de lo que podemos lograr cuando unimos fuerzas.

 

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