En la actualidad, el mundo enfrenta una crisis sin precedentes en cuanto a la pérdida de biodiversidad, resultado directo de la explotación descontrolada de las especies y la degradación de los ecosistemas. Este desequilibrio representa un peligro inminente para la salud del planeta y la supervivencia de numerosas formas de vida.
En este contexto crítico, la conservación de especies como el crucetillo emerge como una necesidad apremiante y un acto de responsabilidad hacia el futuro de nuestro entorno natural.
El crucetillo, a pesar de su aparente simplicidad, desempeña un papel fundamental en los ecosistemas donde se encuentra presente, y su conservación es crucial, debido, entre otras cosas, a que esta planta es vital para la estabilidad del suelo en áreas áridas y semiáridas, previniendo la erosión y manteniendo la fertilidad del terreno gracias a sus raíces profundas que retienen la humedad. Además, sirve como fuente de alimento y refugio para una diversidad de organismos, desde insectos polinizadores hasta pequeños mamíferos y aves, contribuyendo así a la salud y diversidad de los ecosistemas locales.
Sin embargo, a esto se suma su valor medicinal y económico. El crucetillo es utilizado tradicionalmente para tratar diversas dolencias, lo que resalta la importancia de su conservación tanto para la biodiversidad como para las comunidades locales.
Todo esto se lo tomó muy en serio Josué Miguel López, docente de la Universidad Euro Hispanoamericana, el cual vio una oportunidad para generar un impacto positivo en su comunidad.
En la región de Emiliano Zapata, Actopan y la Antigua, en el estado de Veracruz, la explotación desmedida de los recursos naturales está poniendo en peligro a las especies autóctonas y los valiosos servicios que brindan al ecosistema. Entre estas especies se encuentra el crucetillo (Randia monantha), un árbol cuyo fruto se utiliza para preparar una infusión con una amplia gama de beneficios, incluyendo su capacidad para aumentar los niveles de plaquetas en el organismo.
De esta manera, él y su equipo de estudiantes, se dieron a la tarea de comprender la cadena de valor del crucetillo, para identificar áreas de mejora y aportar nuevas soluciones en todas las áreas, desde la estandarización del producto hasta la exploración de prácticas sostenibles.
A través de investigaciones y consultas con expertos, descubrieron el potencial del crucetillo, no solo como remedio natural, sino también como un recurso económico para las comunidades locales.
Estudiaron la toxicidad de la planta y su uso tradicional en infusiones, y confirmaron su seguridad para el consumo humano, lo que allanó el camino para explorar su potencial medicinal y comercial.
El estudio del ciclo del crucetillo y el diseño de prácticas para su conservación se llevó a cabo mediante una metodología implementada por la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), que consta de nueve pasos destinados a promover la producción entre pequeños productores para competir a gran escala. Para comenzar, se consultó una variedad de fuentes bibliográficas y estudios realizados, incluido uno realizado por la Universidad de Veracruz, que proporcionó información crucial sobre la toxicidad de la planta del crucetillo para los humanos.
Este estudio garantizó que el consumo de crucetillo en infusión con alcohol no era tóxico para los humanos, siempre y cuando se consumiera con moderación debido a la presencia de alcohol. Además, se estableció que el fruto del crucetillo no era tóxico.
Con esta base de conocimiento, los estudiantes contactaron expertos en el campo, incluidos ingenieros bioquímicos de la Universidad Popular Autónoma de Puebla (UPAEP), quienes estaban realizando investigaciones en biotecnología. Se compartió la bibliografía obtenida y se trabajó en conjunto para desarrollar prácticas de conservación basadas en estándares de calidad y seguridad.
Paralelamente, mediante pruebas empíricas y la observación de las prácticas locales de preparación de infusiones, identificaron la aceptación y preferencia por ciertos métodos de preparación, lo que les permitió definir el producto mínimo viable y establecer pautas para su producción y comercialización.
Este descubrimiento no solo representaba una oportunidad para preservar el crucetillo y su hábitat, sino que también prometía beneficios económicos sostenibles para las comunidades locales, y demuestra el valor de la investigación y la colaboración en la conservación de la biodiversidad y el desarrollo socioeconómico.
A medida que el proyecto tomaba forma, Josué no solo guiaba a sus alumnos, sino que también aprendía de ellos. Reconocía el valor de cada contribución, independientemente de su tamaño, y fomentaba un espíritu de colaboración y resiliencia.
“Es fundamental reconocer la importancia del trabajo en equipo y valorar cada contribución, por más pequeña que parezca, ya que todas suman para alcanzar un objetivo común. Personalmente, me siento satisfecho con la experiencia y estaría encantado de continuarla. A largo plazo, expandir el proyecto podría involucrar a más expertos y docentes que podrían aportar significativamente a estas iniciativas”, asegura en entrevista con iLab.
A partir de este producto mínimo viable, Josué espera que el proyecto pueda crecer y pueda institucionalizarse en su universidad, para que alumnos de todas las carreras y grados puedan participar año con año y continuar mejorando la cadena de valor del crucetillo.
El proyecto propone una cadena de valor sustentable para el crucetillo, que no solo promueva su conservación, sino que también genere oportunidades económicas para la comunidad local. A través de la siembra y conservación de esta especie, se busca abordar la conservación ambiental y crear oportunidades económicas sostenibles para los habitantes de la región.
Este proyecto forma parte del programa “Maestros que dejan huella” de la consultora iLab. Esta iniciativa motivó a los profesores como Josué a utilizar recursos innovadores y a participar en actividades sociales que inspiren a sus estudiantes a enfrentar desafíos comunitarios. A lo largo de varios meses, el programa capacitó a los docentes, brindándoles conocimientos y herramientas para capacitar a sus alumnos, convirtiéndolos en agentes de cambio y generando mejoras palpables en la calidad de vida de sus comunidades.
Este proyecto no solo es un ejemplo inspirador de cómo la creatividad puede impulsar el cambio social, sino que también representa el potencial transformador de la educación superior para abordar desafíos reales en nuestras sociedades. A través de la investigación interdisciplinaria, la colaboración con las comunidades locales y el enfoque en soluciones sostenibles, el equipo detrás de este proyecto ha demostrado el impacto positivo que podemos lograr cuando nos comprometemos a trabajar juntos por un bien común.